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258 AURELIO LAITA durante el sueño nocturno que alguien le llamaba y le preguntaba adónde deseaba ir. Contestó Francisco claramente y expuso por completo sus planes, y el que, se le había aparecido en sueños añadió: «¿Quién te puede ayudar mejor, el señor o el siervo?» Francisco respondió: El señor. Conti– nuó: «¿Por qué, pues, abandonas al señor por el siervo?» Francisco dijo: Señor, ¿qué es lo que deberé hacer? Respondió: «Vuelve a tu tierra para hacer allí lo que se te dirá, porque la visión que has tenido debes inter– pretarla de modo diferente» ...Amanecía cuando regresaba apresurada– mente hacia Asís, alegre y gozoso en extremo, en espera de que Dios le manifestara su voluntad, como se lo había indicado» 16 • Esta misma liberación se concretará más tarde en el progresivo aban– dono del liderazgo entre la juventud de Asís y en el deseo cada vez más sentido de abrazarse con la Dama pobreza 17 • b) Uberació,n del egoísmo de clase. Francisco pertenecía, como hemos visto, a una familia de ricos mercaderes y aunque su carácter le hacía ser un joven generoso, sin embargo, después del sueño de Espoleto, tendrá que liberarse poco a poco de su espíritu de «nuevo rico», que hoy diría– mos. La ocasión la iba a encontrar en su peregrinación a Roma, en 1205. Al ver que los peregrinos de la Basílica de san Pedro sólo ofrecían al Príncipe de los Apóstoles pequeñas sumas de dinero, él arroja su cuan– tiosa bolsa y después se pone a mendigar en la Plaza de san Pedro, compartiendo con los pobres su dificil situación. Su egoísmo de clase recibía con esta acción un duro golpe. Y si este dato nos indica ya una gran liberación, tenemos otro que con el tiempo tendría mayor influencia: el encuentro con el leproso. Nos lo cuentan los Tres Compañeros: «Cierto día estaba en oración y le respondió el Señor: «Francisco, es necesario que desprecies y odies todas las cosas que amaste con amor carnal y deseaste poseer, si quieres conocer mi voluntad. Una vez que comiences a poner esto en práctica te será insoportable y amargo lo que antes te parecía dulce y suave, y, en cambio, encontrarás gran dulzura y suavidad inefable en aquellas cosas que antes aborrecías». Gozoso Francisco por ello, y confortado en el Señor, caminaba un día a caballo por las cercanías de Asís cuando encontró un leproso y, a pesar del gran horror que siempre le había tenido, bajó del caballo 1s 3 Compañeros, 6. 11 3 Compañeros, 7.

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