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258 AURELIO LAITA espiritualidad supera su momento histórico y permanece viva y actual en otra época. En el caso que nos ocupa, lo importante es saber cómo puede supervivir hoy san Francisco después de siete siglos y medio de su muerte y cuál puede ser su influencia en la experiencia de nuestro tiempo. Toda espiritualidad tiene su raíz y fundamento en un carisma del Espíritu recibido en el ámbito de la Iglesia y para la Iglesia. La natura– leza de ese carisma viene expresada por el motivo o finalidad del mismo, que puede ser ocasional o permanente, según cubra una necesidad his– tórica determinada o más bien exprese de un modo original una vida, la vida evangélica. San Francisco nunca se refirió en la línea de su carisma a obras o a actividades peculiares de su Fraternidad, sino más bien se refirió a «vida», es decir, a la vida evangélica. Por eso no determina ninguna tarea (1 Regla, 7) ni asigna ninguna actividad apostólica a sus frailes. Les asignó, eso sí, una misión apostólica perennemente valedera, la de «vivir ellos y manifestar a los demás las exigencias del evangelio» (LM, 4). Así escribe el Santo en sus reglas: «Esta es la vida que fray Francisco pidió que le fuese concedida y confirmada por Señor Papa Inocencio...» (1 Regla, introducción). «La regla y vida de los frailes menores es esta: observar el santo Evangelio de N.S. Jesucristo... » (2 Regla, 1). «La Orden franciscana no se originó, entonces, en la preocupación de corresponder a una situación peculiar del Reino de Cristo en su tiempo. Su inquietud primogenia no fue la de dedicarse a una actividad externa precisa, sino de crear una nueva forma de vida en el seno de la Iglesia. Por eso, Francisco no habla de «Regla» sino de «nuestra forma de vida y manera de vivin>. La originalidad de tal forma de vivir la constituye, ante todo, su carácter esencialmente interior, el cual se expresa por una disposición espiritual bien precisa que Francisco trataba de inculcar a sus hermanos tanto por la palabra como por el ejemplo» 12 • Ahora bien, este carácter de su forma de vida es inmutable a pesar del tiempo e «impone a la Orden la obligación de seguir fiel a su natu– raleza, proponiendo a cada época de la historia de la Iglesia, como ideal de realizar, la imagen de Cristo tal como la encarnó Francisco» 13 • 12 K. EssER, La misión apostólica de los Hermanos Menores, en Cuadernos francis– canos de renovación, n. 0 14, p. 80; Sobre la expresión «regla y vida», véase P. DAVID FLOOD, La genese de la Regle, en «La naissance d'un charisme», París, 1973, pp. 23-84. 1s K. EsSER, La misión apostólica de los Hermanos Menores, l. c., p. 80.

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