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SAN FRANCISCO DE ASIS, HOY 255 Juan, un campesino llegado a la Fraternidad, «hombre de tanta sencillez, que se creía obligado a practicar cuanto Francisco hacía. Así que cuando el Santo estaba en alguna iglesia u oraba en cualquier otro lugar, el com– pañero procuraba observarle, para conformarse en todo con sus gestos y acciones. De modo que si el Santo se arrodillaba, o levantaba las ma– nos al cielo, o tosía, o suspiraba, él hacía también lo mismo» 5 • Esta imposibilidad, que reclama este segundo criterio de interpretación, no se refiere sólo a la forma existencial de vida que él llevó, sino tam– bién a los usos y costumbres, formas y estructuras de su organización, como podrían ser el vestido, la penitencia, el uso del dinero, la forma de vida ambulante, la mendicidad, etc., etc. Y no tanto porque no sean po– sibles hoy día estos comportamientos sociales y esas formas de orga– nizar la convivencia del grupo primitivo, cuanto porque ya no tienen el mismo significado en la experiencia cultural actual, muy distinta en estas manifestaciones a la de la Edad Media. Enunciados estos dos criterios que recortan el campo de nuestras po– sibilidades y de nuestros sueños perfeccionistas, podemos señalar un ter– cer critedo que nos indica qué es san Francisco para los hombres del siglo XX: una fuente de inspiración y una llamada permanente a vivir en radicalidad el proyecto evangélico que él vivió y proclamó más con su vida que con sus palabras; proyecto evangélico que es válido para todas las generaciones y para todos los tiempos y cuyas exigencias están vivas y actuales en la experiencia del Santo. Esta consideración nos lleva a descubrir otro criterio, el cuarto, según el cual la trasmisión del carisma de san Francisco o la participación en él se hace más por experiencia de vida que por mero conocimiento histó– rico. Es decir, se trata de «asumir» hoy a Francisco; de «representan>, o lo que es lo mismo, de hacer de nuevo presente en nosotros y en nuestro mundo su experiencia y esto se hace únicamente, creemos, cuando trata– mos de encajar nuestra propia experiencia, que tiene sus leyes de inter– pretación y sus centros de interés, «en la suya, en la de su vida y de su época» ". * * * Para una fiel interpretación de esta criteriología es preciso tener en cuenta la encarnación del carisma en el contexto histórico que vivió san 5 Espejo de Perfección, c. 4. 0 , LVII, BAC, p. 639s. o Lou1s ANTOINE, La experiencia franciscana, Col. Luz de Asis, n. 0 2, Cefepal, 1974, Introducción.

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