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RELACION DE LAS MISIONES DE CHILE 201 A fines de febrero de 1852 el padre Angel Vigilio parte a Italia pa– ra lograr allí la autorización de la fundación y el personal necesario para la misma. Como los Superiores de la Orden no se mostraban muy propicios a la erección de un convento en este lugar tan alejado de Eu– ropa, el Prefecto logró entrevistarse directamente con el Papa Pío IX, el que acogió muv complacido su proyecto. El Santo Padre le concedió además facultad de recolectar religiosos de cualquier Provincia capuchi– na y traerlos a Chile para la fundación. Premunido con esta franquicia viajó por varias Provincias de Ita– lia, especialmente por las de Venecia, },as Marcas, Toscana y Génova. Reunió cuarenta y siete rdigiosos, entre sacerdotes y legos, de los cua– les solamente cuarenta y uno llegaron a Chile en los primeros meses de 1853. El 5 de mayo de 1853 se puso la primera piedra de la Iglesia con– ventual. Los planos se encomendaron al arquitecto Eusebio Chelli, pro– fesional italiano de nota, aue se encontraba en Chile construyendo el templo de la Recolección dominicana. El templo capuchino, de defini– do estilo basilical toscano, fue terminado e inaugurado en 1860. Su construcción, como la del convento anexo, se hizo en un tiem– po relativamente breve, aun reconociendo aue sus trabaios se interrum– pieron "para deiar descanso a Ja ¡!enerosirlad de los bienhechores". Si el aporte de estos bienhechores y amiR:os fue importante, las obras no hubieran logrado su culminación sin el tesonero empeño del padre An– ge1Vigilia, que logró vencer con el~gancia los grandes contratiempos que amenazaron su empresa tanto desde dentro como desde fuera de su fa. mHia religiosa. · No todos los misioneros capur:hinos de Chile participaban de los ideales ni de las espectativas que el Prefecto cifraba en la nueva funda– ción. Los misioneros llegados en 1848 no se sintieron muy favorecidos con la llegada de este grueso contingente de personal que permaneció en Santiago y que no fue a compartir con ellos el peso del día v del ca– lor de las actividades misionales. La evidencia innegable de las nece– sidades pastorales contaban para ellos mucho más que la esperanza de un alivio futuro de vocaciones nativas que iba a venir. La realidad his– tórica posterior confirmó que este Colegio centraba los recursos y los in– tereses de la Misión en menoscabo de las estaciones misionales entre los indígenas porque este Colegio les retenía el personal y les consumía gran parte de los recursos económicos. La percepción del padre Angel Vigilia vio claros estos problemas. Pero éstos no fueron capaces de doblegar su ánimo ni cambiar el cur– so de sus planes, situación que le originó profundos problemas de go– bierno y engendró desconfianza y división entre sus hermanos religiosos. La Sociedad Evangélioa que ayudaba materialmente las Misiones de Araucanía, tuvo una ingerencia más directa que la deseada por el Pre– fecto en los asuntos de la misma Misión. El Pbro. José Manuel Orrego, más tarde Obispo de La Serena, visitó el nombre de dicha Sociedad las estaciones misionales del sur y en el informe que entregó posteriormen– te criticaba con dureza su organización. No sólo desaprobaba la estruc– tura y ,el trabajo, sino que descalificaba como ineptos tanto a los mi– sioneros como a la ·Orden capuchina, proponiendo quitarle a ésta la

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