BCCCAP00000000000000000001021

RELACION DE LAS MISIONES DE CHILE 237 del convento unos cinco o seis meses, predicando en este tiempo unas diez o doce corridas de misiones, confesando en cada misión entre dos y tres mil [61] per– sonas. De modo que, al volver al convento después de seis meses contaban haber administrado los Santos Sacramentos a más de setenta mil per~onas. 76. Los religiosos que quedaban en casa para cumplir con la obligación del coro y practicar todos los actos comunitarios como se hace en nuestros conven– tos de Europa, no estaban tampoco ociosos. Se ocupaban en oír confesiones, tan– to en las Casas de Ejercicios de la ciudad como en las cárceles. También se aten– día el confesionario en el convento donde la afluencia de fieles, venidos algunos de pueblos lejanos, era abundante y casi continua. Además de esto no hay en– fermo, especialmente entre los pobres, que en el momento de su muerte no desee confesarse con un capuchino. A esto hay que añadir las llamadas Capellanías Festivas: son iglesias del campo que no tienen sacerdote. Nuestos padres van a celebrar la Santa Misa y a confesar a sanos y enfermos, es decir, hacen lo que un párroco en su Parroquia:. Si los capuchinos no prestásemos ,este servicio que– darían sin Misa unas dos mil o más personas en cada una de estas Capellanías y muchos morirían sin Sacramentos. De modo que estas Capellanías podrían con– siderarse verdaderas Misiones. En Chile hay devoción a nuestro hábito, pero deploro en la juventud chilena la falta de vocaciones a nuestra vida capuchina. 77. Estoy seguro que si los jóvenes supieran que podían profesar nuestra vida después de un año de noviciado, como ocurre en las demás comunidades re– ligiosas, y no después de siete como exige el decreto de la Congregación de Pro– paganda Fide 57 ; digo que estoy seguro que, en vez de entrar en otros institutos, seguidos y eran un verdadero acontecimiento pastoral y social en los campos o pueblos misionados. El tema de Jas predicaciones eran las verdades eter– nas y los novísimos; se solían acentuar signos net,amente penitenciales. Y todo esto con una marcada intencionalidad de preparar a los fieles para una buena Confesión y Comunión. L:a catequesis de los niños tenía la misma finalidad. El número mayor o menor de los sacramentos administrados daba el criterio práctico para juzgar si una misión había sido buena o no tan buena. El número de misiones predicadas por los capuchinos entve los años 1853 y 1890 superó el de mil; y 1as tandas de ejercicios espirituales fueron más de cien. Cfr. el manuscrito ya citado del padre Barletta, Historia del convento Capu– chino de Santiago, 1852-1890. Cap. V, pp. 51-58. 57 Bl 11 de julio de 1852 se faoultó la fundación del convento capuchino de San– tiago, "en donde pudieran ,ingresar novicios chilenos o extranjeros, sean éstos seglares, clérigos o miembros idre otros institutos religiosos que se sientan lla– mados al ministerio de los infieles". Los postulantes debían recibir el hábito de los terciarios y si se trataba de seglares, debían ser probados durante siete años en la observancia de la Regla de Jos capuchinos y en el servicio de las Misiones. Los postulantes clérigos o provenientes de otros institutos se some– tían a idéntica prueba, pero sólo por dos años. Este tiempo de probación más el consentimiento expreso de la S. Congregación de Propaganda, eran con– dición prev,ia para ser admitidos en el Noviciado y para emitir después la Pro• fesión solemne (Cfr. BULLARIUM CAPUCCINORUM, vol. X, pp. 270 y 271). Parece que est,a condición para los futuros capuchinos chilenos le fue impues– ta al padre Angel Vigilio "por una imrportante persona de nuestra Orden, a la que no me podía resistir". Casi un año más tarde, el 28 de junio de 1853, el Prefecto solicitaba al Procurador de la Orden "reducir los siete a sólo dos años, uno de Novkiado y otro de prueba como continuación del Noviciado; des– pués de los cuales, si la familia religiosa da su asentimiento, puedan los jóvenes ser recibidos a la Profesión solemne sin tener que solicit,ar para cada caso la licencia de Roma". (Carta del padre Angel Vigilia al Procurador de la 0rde1; Curia General de Capuchinos, Roma, Archivo de Misiones, Car– peta H, foha 40).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz