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RELACION DE LAS MISIONES DE CHILE 235 des esfuerzos por vencer la corriente, se debió retroceder y aún con peligro de sucumbir en las rápidas aguas del río Toltén. 70. De los botes volvimos a El Maule que se había convertido en un mer– cado; los indígenas venían de todos los lugares a comprar los objetos que les habíamos traído. Ellos, a cambio, nos entregaban harina tostada, huevos, pes– ~ados, gallinas, corderos, etc. para recibir gorros, sombreros, camisas espejos, etc. Cualquiera que hubiese visto este intercambio de regalos en un ~lima de con~ fianza y de cordial alegría, habría pensado que la única manera de civilizar a estos indígenas era haciéndolos primero hombres y después cristianos; era sus– tituir esas extorsiones y negocios injustos de muchos malos cristianos por un comercio justo y ihonesto como éste. 71. Persuadidos de esto se les preguntó a los indígenas si tendrfan dificultad de vender una parte de terreno para fundar en él la proyectada colonia. Ellos ofrecieron este terreno sin exigir retribución o pago, pero con la condición de que los lleváramos a Santiago para hacer un contrato con el Gobierno. Había cua– renta indígenas dispuestos a embarcarse de inmediato. Yo elegí a doce de los principales, los que subieron a bordo contentos y orgullosos de sentirse repre– sentantes de su nación. Entre los saludos y augurios de esa inmensa multitud que nos deseaba un viaje feliz con sus palabras y actitudes, los dos vapores em– prendieron su vuelta a Valparaíso. [58] Era el atardecer. El mar estaba muy tran~ quilo y todo hada presagiar una navegación muy feliz; pero no fue así. El Maule, que nos precedía. a las pocas horas de zarpar y no sabemos por qué accidente, se encalló en Ia playa, frente al río Imperial, y los náufragos lograron superar el peligro de las olas. Pero al llegar a tierra fueron asaltados por algunos indí– genas borrachos oue los querían matar. A los gritos de los náufragos vinieron los misioneros de Imperial y algunos otros vecinos y esta historia acabó en forma p-acífica 114 • 72. A la mañana siguiente nos percatamos que El Maule había. desaparecido. Entramos en todos los puertos para encontrarlo, pero en vano. Llegamos a la desembocadura del río Maule y encontramos que la barra era insuperable: la ban– dera negra indicaba que no podíamos remontar río arriba. El comandante, con cuatro hombres que él eligió, bien premunidos de salvavidas, pretendieron en un bote tocar tierra,. en un lugar lejano. a la misma desembocadura. Las olas que reventaban más cerca de la orilla dieron vuelta la .embarcación, pero la pericia de aquellos valientes los. hizo escapar de la muerte. El Cazador había echado sus ~melas y había convenido con el comandante de no moverse de allí sin una señal que se le debía dar desde tierra. Pero esta señal no se podía ver por la excesiva distancia que nos separaba de la costa. El mar se embravecía cada vez más; su fuerza rompió al mismo tiempo las cadenas de ambas anclas. Se echaron andar las máquinas y pusimos proa a alta mar. De este modo se salvó el vapor. Los indígenas que estaban con nosotros a bordo, temblando de miedo ante este ex– traño movimiento. querían que yo los llevase a tierra. Me costó hacerles enten– der que esto era imposible y que no debían temer ningún peligro. El vapor [59] hacía círculos en el mar para no alejarse demasiado y recibir oportunamente el M El incidente al que aquí se alude tuvo ribetes bastante dramáticos La acti– tud de .Jos indígenas no .se debía al alcohol, ,como en el texto se indica. sino al l'eail temor de que fos náufragos hubieran llegado a la costa con intención d,e tomar posesi6n de la Misi6n y de esa5 tierras. El padre Adeodato de Bo– lonia. .que en esos momentos se -encontraha. solo en Imperial, defendió a los náufragos y posibilitó su salida hacia Vaildivia. Cfr. L'Araucania. Memorie Inedite, que en las pp. 64 - 66, narra deta:tladarilente el problema y su feliz desertlace. · ·
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