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234 ·SERGIO URIBE GUTIERREZ · sualmente se encontraba solo en Queule; pero por fortuna no fue necesario.· Los indígenas, que me conocían desde que se fundó la Misión [55] de Imperial, ape– nas supieron Ja razón de nuestro viaje, nos recibieron muy cortésmente. El mal estado en que se encontraban los dos vapores no nos permitió detenemos mucho en este puerto por ser muy inseguro. Se pensó volver a Valparaíso, contentos de haber encontrado tan favorables a los indígenas. Les prometimos volver en poco tiempo más a aquellas tierras a fundar una colonia que les defendiera de sus enemigos. Luego partimos hacia el norte, y después de uh mes entre ida y vuelta, dimos fin a nuestra peligrosa navegación. 67. Nos acomodamos lo mejor posible en los dos vapores y nos aprovisio– namos de aquellos objetos que más apetecen los indígenas. Luego nos hicimos a la mar en una segunda expedición. El primer día pasó sin aventuras. Pero el segundo se nos inutilizó El Maule, por habérsele roto el émbolo principal. En El Cazador improvisamos una fragua y reparamos lo mejor posible aquella avería y así pudimos proseguir nuestro viaje. De repente, desde el fondo de El Cazador, se oyó un grito estrepitoso Nos ocurría una nueva desgracia, esta vez en el casco: los maquinistas subían espantados y confusos; el vapor se detuvo y ·des– colgaron los botes salvavidas. ¡A tierra, a tierra, salvémonos mientras haya tiem– po!" eran las voces que se escuchaban sin conocer en realidad lo que había: ocu– rrido. Superado el primer pánico se descubrió que en el fondo de una caldera se había abierto un gran orificio por el que bullía abundante agua. No había otra solución que cerrar [56] el orificio clavando sobre él una lámina como en realidad se hizo. 68. Dos días después de este accidente ambos vapores estaban frente a la desembocadura del Toltén. El Maule no tuvo problemas de entrar en el río y po– nerse así a salvo de la tempestad que amenazaba en el horizonte. Yo habría ido con sumo gusto en El Maule, pero el comandante, temiendo que al salvar la barra fuese repelido por la corriente. sabiendo que yo no sabía nadar, no me lo 'Permitió. Y así tuve que Quedarme toda Ja noche en El Cazador que debió luchar contra las olas furiosas. Cuando cesó el viento norte, sopló el del sur:, lo que nos permitió ponemos al resguardo en el pequeño puerto de Queule. Apenas se hizo día visité a los misioneros de ese lugar. Luego remontamos el río Queule en un bote, jun– tamente con dos oficiales. La noche nos sorprendió demasiado lejos de la Misión y. para no exponernos a peligros de parte de los indígenas, donnimos. junto al río. Para evitar incomodidades, la noche siguiente la pasamos en casa de un in– dígena que nos recibió muy amablemente. 69. Como los habitantes de Toltén no me vieron con el resto de fa expedición, comenzaron a sospechar que me hubiese quedado en Santiago, y que esta se– gunda expedición no fuese tan pacífica como la primera. Cuando ya comenzaban a amotinarse los indígenas, el comandante me mandó llamar. Y pará demostrar• les que no había peligro que temer, hice el viaje solo y a pie de un río al otro; Mi llegada a Toltén disipó las sospechas de los naturales .y volvió la serenidad a todos los rostros. De Toltén se hizo un intento [57] de llegar hasta la ciudad de Villa Rica, ciudad que fue quemada por los indígenas junto a otras seis ciu– dades, como ya. lo he anotado anteriormente. Pero después de tres días. de gran~ sacerdotal. Aprendió a la perfección el español y la lengua de los indígenas. Estuvo en varias estaciones misionales de Araucá.'nía y durante muchos años se dedicó a la predicación· de las misiones populares en parroquias y campos de la zona central de Chile. Falleció en Santi,ago el 5 de agosto de 1885, a la edad de 68 años. Sus restos están sepultados en ,la Iglesia de .Capuchinos, don– de él fue Superior por varios períodos.

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