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232 SERGIO URIBE GUTIERREZ hizo más mal a su autor que a los capuchinos ya que, si se excluyen algunos pocos amigos suyos, todos los demás lo desaprobaron. Los misioneros, al leer este escrito, se entristecieron temiendo que esto podría ser comienzo y continuación de una persecusión, [51] y por eso todos me rogaron que respondiera a dicho sacerdote. 61. Y así ,Jo hice, sirviéndome de las crónicas de los misioneros francisca– nos, nuestros antecesores en la Provincia de Valdivia, para destruir los sofis– mas de ese sacerdote. Apenas apareció publicada mi respuesta al libelo 48 , se disipó la sombra y el temor de nuevas y semejantes persecusiones, creció el afecto y estima de los verdaderos chilenos hacia los pobres capuchinos 49 • Todas las comunidades del país, especialmente los franciscanos cuyo honor yo había defendido, mostraron un extraordinario agradecimiento. No hubo persona sen– sata, eclesiástica o seglar, que no viniese a congratularse con nosotros por la victoria obtenida. Desde ese momento en adelante no hemos conocido contra– tiempos de esta naturaleza. Los padres quedaron tranquilos y contentos y el pue– blo y las autoridades muy deseosos de que nuestra Orden se extendiese por toda la República 50 • 62. Para satisfacer estos deseos comunes de extender nuestra Orden a otros puntos del país, envié a Roma un religioso provisto de una buena suma de dine– ro para que trajese de allí nuevos operarios. En la esperanza de que esta misión se vería coronada por el éxito fundé tres conventos pequeños en otros tantos lugares de la República51. Pero ví defraudadas mis esperanzas: para dotar de religiosos. los nuevos conventos [52] me vi obligado a disminuir la comunidad de Santiago y rechazar las peticiones de fundación de nuevas casas y el ofrecimiento de terrenos que se me hacía para edificarlas. · [Colaboración del Prefecto en la pacificación de Arauco.] 63. En esta época el Supremo Gobierno se percató que los republicanos de los Estados Unidos, bajo pretexto de dar seguridad a los barcos que por algún accidente fueran arrojados a las costas de Araucanía, deseaban apoderarse de aquellas tierras y, desde allí, hacerse dueños de toda la República chilena. El Gobierno determinó enviar dos vapores con algunos soldados para impedir, por una parte, la entrada de los norteamericanos y, por otra, para fundar allí una colonia que sirviese de refugio a los náufragos y de apoyo a los misioneros. 48 Fr. Angel Vigilia de Lonigo, Contestación que haoe el padre capuchino fray Angel VigiUo de Lonigo, Prefecto Apostólico de Misiones, a la memoria pre– sentada por el Pbro. don José Manuel Orrego a la Sociedad Evangélica, con motivo de haberle ésta encargado visitar las Misiones de Propaganda en Arau– canía. Santiago, Imprenta de la Sociedad, 1854; 32 pp. 18.7 cmts. 49 A pesar de que el padre Angel Vigilio habla de fos agradecimientos de los franciscanos por La defensa, ellos también, a través de su Prefecto, respon– dieron al informe de Orrego..Fr. Victoriano PaJ.avicino, ofm, Observaciones a la memoria del señor Presbítero don Manuel Orrego sobre la civilización de los Araucanos, leída el 11 de junio del presente año ante el Consejo de la Sociedad Ev,angélica. Concepción, Imprenta del Correo del Sur, 1854, 44 pp.; 21.3 cmts. 50 La respuesta dada por el padre de Lonigo a la Memoria del señor Orrego no acalló la polémica ni reinó tampoco tanta calma como aquí afirma. Siguió una controversia bastante enconada, cuyos ecos quedaron estampados en La Revista Católica 6 (1853 - 1854) 1008 - 1012 y 1029. 51 Los tres conventos u hos'Picios fundados fueron los de Concepción, en octubre de 1855; en Quillota, 1855, que al año siguiente se trasladó al vecino pueblo de San Pedro de Quillota y el tercero fue el de La Serena, en 1857.

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