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228 SERGIO URIBB GUTIBRRBZ número era realmente grande y yo no •tenía los medios para pagar los gastos que suponía el traslado de tanta gente. Lleno de confianza en Dios solicité al Go– bierno francés el pasaje gratuito para cierto número de misioneros y me fue concedido graciosamente para veinticinco. Los otros veinticinco se embarcaron en una nave genovesa en dirección a Montevideo 35 • Yo tomé el camino de Aure 38 , con intención de pasar de allí a Sttantou y llegar a América antes de los viajeros [ 44] y preparar allí su llegada. Pero considerando que en Sttantou habría debido despojarme de mi hábito para no exponerme a los insultos del populacho como antes lo había sido en Londres, preferí tomar un velero que entonces zarpaba hacia Río de J aneiro 39.. 54. Llegué a Río cuando el vapor que viajaba a Montevideo ya había partido; debí permanecer allí veinticinco días. Es decir, llegué a mi destino días después de la llegada de los padres. Estos habían encontrado en la ciudad un discreto alo– jamiento y los generosos habitantes les habían proveído de cuanto necesitaban. En Montevideo me solicitaron diez religiosos para encomendarles la atención es– piritual del Hospital, pero me vi obligado a negárselos por no tener la autorización de Roma. Después de algunos días de viaje en una goleta por el Río de la Plata, que más arriba toma el nombre de Río Paraná. Llegamos a un pueblo (hoy con vertido en una populosa ciudad) llamado Rosario, en donde se nos ofreció el convento grande -entonces vacío- de los Observantes situado a pocas millas de la ciudad y que no acepté por los mismos motivos. De Rosario viajamos a Córdoba en grandes carretas. El trayecto duró de diez a doce días. Allí fuimos recibidos como ángeles bajados del cielo; y debí hacerme violencia a mí mismo para no aceptar el convento que en otro tiempo perteneció a los Jerónimos y que los generosos cordobeses nos querían regalar 40 • Allí nos detuvimos once días para satisfacer la devoción de aquellos ciudadanos y asistirles en el confesionario. (Los padres ya sabían discretamente la lengua española, lengua [45] que se ha– bla en casi toda América Latina). El día de nuestra partida -¡no lo olvidaré mientras viva!- ocurrió una es– cena que habría conmovido un corazón de piedra. Los buenos cordobeses, si– guiendo el ejemplo de su Gobernador, el excelentísimo señor Guzmán, entre otras tantas demostraciones de su devoción y del respeto hacia nuestro santo hábito quiso proveernos de carrozas y de una buena escolta de soldados. (Había peligro de ser asesinados por los indígenas llamados Pamperos, peligro que ahora está totalmente superado). Todo esto para que pudiésemos viajar de Córdoba a Men– doza con toda comodidad y decencia, gastando en estos medios de transporte :n El padre Pedro de Reggio Modena, componente de esta expedición escribió a su Ministro provincial de Parma con fecha 25 de julio de 1853, una bellísima e impresionante relación de este viaje Génova - Santiago, pasando por Montevideo, Rosario, Córdoba y Mendoza. El Boletín interno de la Provincia capuchina de Chile publicó su versión del italiano con introducción y notas (Cfr. Comunidad capuchina Chile, año 1984, N~ 1, pp. 25-32). 38 Tal vez se refiera a Auray, puerto marítimo de Bretaña. 39 El padre Angel Vigilia, en una relación enviada al Procurador de las Misiones de la Orden el 28 de julio de 1853 le dice respecto del viaje de los misioneros: En septiembre de 1852 reuní en Génova a todos los misioneros elegidos de diversas provincias de Italia y los dividí en tres grlllpOs: el más numeroso lo envié directamente a Montevideo. Los otros dos los mandé al norte de Francia, uno a Rochefort y el otro a Brest. El Gobierno francés me ofrecía viaje gra– ;tuito en unas naves de guen-a hasta Valpamíso (...) . La expedición de Mon– tevideo llegó a Santiago en marzo último. La que había zarpado de Brest, llegó el mes de abril. Y hasta ahora ni he visto ni he sabido de los de Ro– chefort". Archivo de las Misiones Capuchinas, Roma. Carpeta H, folio 39. 40 El lugar del hospedaje fue el convento de los religiosos mercedarios de Córdo– ba. Allí permanecieron hasta el día de la partida, 14 de febrero de 1853.

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