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RELACION DE LAS MISIONES DE CHILE 227 giosos... y ¿de dónde sacarlos?" Yo le dije: "Se trata de Chile: Su Santidad tiene que ayudarme...". Le agradó mi franqueza y sin más razones me dijo: "Vaya de mi parte a conversar con Mons. Santucci (hoy día Cardenal), que [43] él le ayudará" 34. Ese mismo día Mons. Santucci había recibido órdenes del Papa relativas a mi asunto. Se me abrió el corazón al ver que el Jefe de la Iglesia tomaba con tanto interés esta empresa. La divina Providencia había dispuesto que yo apren– diera con los acontecimientos lo que significaba fundar conventos en el nuevo Mundo. Omito, por justas apreciaciones, las luchas que tuve que sostener en Roma antes de obtener el deseado decreto de fundación y la facultad de poder reunir misioneros de todas las Provincias capuchinas de la Orden. Omito también nombrar las personas de las que se sirvió el Señor para poner a prueba mi cons– tancia, las artes de las que se valieron -creo con buena intención- para dejar infructuosos todos mis esfuerzos, a pesar de conocer el interés del Santo Padre por secundarlos. Sólo diré que tuve que luchar contra todos los elementos 35 • 53. Finalmente las dificultades se superaron. Después de cuatro meses de mi llegada a Roma ya me encontraba en Génova con cincuenta religiosos entre sacerdotes, legos y novicios apenas iniciados para viajar con ellos a Chile 36 • El 34 La audiencia le fue concedida por S. S. Pío IX el 25 de mayo de 1852. El propio padre de Lonigo dio minuciosos detalles de la misma en una carta al Superior General de los Capuchinos ( 9 de junio 1852) cuyo texto se encuentra en el Archivo de la Curia General de Roma, Carpeta H, folias 11 a 13. Hay una tra– duoción de la misma en Fichas para la Historia de nuestra Provincia (capuchina de Chile), pp. 129 a 131, manuscrito que está en el Archivo de la Provincia de Chile. ss En carita del 11 de septiembre de 1852 el padre Angel Vigilio se refería a las dificultades que habían entorpecido su empresa: Me reservo para cuando nos veamos el contarle cuánto he tenido que luchar contra el disgusto de los Pro– vinciales porque les arrebataba los mejores jóvenes de sus Provincias. Sin em– bargo ellos no han podido resistir al decreto que, por complacer a Su Santi– tidad, espidió la (sagrada Congregación de) Propaganda, en el que se me autorizaba ampliamente para elegir los religiosos que yo quisiera entre todas las Provincias de ila Orden", La Revista Católica 5 (1851 -1852) 286. El tex– to citado no especifica el destinatario de esa carta. El Archivo General de las Misiones Capuchinas de Roma 1 abunda en testimonios de lo que aquí se afirma. Realmente los poderes omnímodos que recibió el padre Angel Vigilia y, según esas fuentes ejerció absolutamente, provocó muchas reacciones vio– lentas. En realidad la autorización dada por la autoridad potificia al padre de Lonigo no era frecuente y estaba al margen de la praxis jurídica de la Iglesia y de la Orden. 36 El número de cincuenta parece ser una cifra redondeada. En realidad no. hay coincidencia en las crónicas sobre el número exac.to de religiosos capuchinos que embarcaron hacia Chile en s·eptiembre de 1852. Tal vez se deba a que algu– nos de ellos volvieron a Halia antes de ,terminar ese mismo año o a comienzos del 53. Según la fuente más fiel habrían sido cuarenta y dos (CATALOGO de los misioneros capuchinos establecidos en Chile, 1848 - 1885). El manuscrito titulado Convento di Santiago del Chili, 1853 - 1890, escrito en italiano por el padre Alejo de Barletta (Archivo Provincial ofmcap de Chile, Legajo "Prefec– tura Apostólica I", N~ 62) trae una nota en su página 13 que traducida dice así: "Los religiosos que venían de Italia eran cuarenta y uno. El otro que aumentó el número fue un hermano lego español que después de la su– presión de los conventos en España pasó a Buenos Aires. Había vivido allí en el convento de los franciscanos, vestido con el hábito de esos frailes. Cuando pasaron nuestros misioneros por allí se juntó a ellos. Después s,e hizo sacer– dote y vivió y murió como buen religioso". No se ha podido identificar el nombre de este religioso español al que se alude en esta cita.
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