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RELACION DE LAS MISIONES DE CHILE 219 Los términos de esta· carta fueron leña echada al fuego. Al leerla, el Gene– ral montó en cólera, me escribió una larga respuesta llena de injurias y sarcas– mos, ordenándome abandonar inmediatamente Imperial, como si ese territorio estuviese ya conquistado. Los araucanos, a los que leí la respuesta del General, temblaban de rabia al escuchar aquellas ridículas pretenciones y, persuadidos por mis palabras que el Gobierno no podía haberle dado aquellas órdenes tan seve– ra'S e irracionales, me sugirieron viajar a la Capital. 36. La razón de este viaje a Santiago era manifestar al Gobierno lo que ha– bía ocurrido..Y más. Me prometieron que si yo lograba que el Gobierno retira– se las tropas de sus fronteras [27] ellos darían aprobación para la fundación de una Misión en el lugar que niás me agradara. Acepté esta .sugerencia sin hacerme de rogar. Y para hacerles ver la esperanza que tenía de coronar mi objetivo con un éxito feliz, y que me comprometía a volver a Imperial, ofrecí dejarles con ellos al padre Constancio de Ponzone juntamente con mi intérprete y un mu– chacho indígena que había sido educado por el mismo padre Constancia. Tomé por guía a otro indígena que hablaba español. Aceptaron con agrado mi ofreci– miento, ,prometiendo edificar para ellos una ruca algo más cómoda. Convenidas así las cosas, me preparé para 'la partida. Pero me surgió la duda .sobre qué. camino debía tomar rpara llegar a mi dei¡– tino sin ser perturbado por nadie. Tanto la frontera del norte como la del sur estaban ocupadas por soldados chilenos. Los del sur, desconodendo probablemen– te lo que me había ocurrido con el General me habrían dejado pasar sin difi– cultades. Pero llegado a Valdivi!a, me habría debido embarcar; y ¿quién me ase– guraba encontrar allí un barco oportuno? Y si realmente lo hubiera encontrado, ¿quién me aseguraba que el Intendente de Valdivia no se habría opuesto a que embarcara como lo había hecho en otra ocasión anterior? ¿No habría recibido ónl.enes del General en Jefe de apresarme y llevarme al campo del ejército a pagar ·1a: pena de mi culpa de recibir mal a sus <dos enviados? Por otra parte, tomar el camino del norte habría supuesto· meterse en la misma boca del lobo. Mientras pensaba: estas cosas se ine ocurrió una nueva consideración que me pareció -bastante lógica. No es posible que el General en Jefe me crea ian teme– rario [28] --que me exrpónga a sus venganzas atravesando las fronteras del norte, donde está él acampado con sus tropas. Por eso no podía haber dado órdenes a los centinelas d'e avanzada de estar atentos a ver si pasaba un padre. de barbas. Y si fo encontraban, conducirlo ta él bien seguro. · 37. Y si_n esperar otras voces. clel cielo me dirigí hacia el norte 23 • Algunos indígenas me acompañaron unas cincuenta o sesenta millas de camino. De allí tiré adelante solo con mi guía que, por desgracia, no conocía el camino. Des– pués de tres días de buena marcha me encontré en un pequeño pueblo llama– dp Nfgrete, junto al río Bío Bío, donde el e,iército chileno estaba acampado 24 • Los soldados me miraban .sin dirigirme la palabra. Para <lisimular toda sospecha :i:ne acerqué a ellos y saludándoles cort~smente les pedí me indicara.n dónde es– taba ,la barca para pasar el río. Ellos fu.e indicaron donde. Se lo agradecí Y, sin volver la vista atrás, seguí cabalgando con fa mayor indiferencia. Poq:> más ade- de n.otar que esta determinación gubernamental ni fue. conocida ni apreciada por· los indígemas de Arauco que tenían muy diversos criterios de juicio que los que había tenido en vistas el Gobierno ·al fundar 'la'Provincia. ·· 23 En el manuscl'ito, el mismo autor escribió, como nota marginal Ia fecha exacta de su salida: 8 de febrero de 1850. 24. Pocos días después del paso de nuestro p,ad11e Angel Vigilia por Negrete, el 22 -de febrero de 1850, la población fue asaltada e incendiada por los indios, acon- ·sejados por José Solano. Cfr. J. A. VALDERRAMA, o.e., pág. 162. ·

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