BCCCAP00000000000000000001021

210 SERGIO URIBE GUTIERREZ José no me era posible realizar mi proyecto y con la clara resolución de llevar– lo a cabo, me volví a Valdivia con la intención de pasar de allí a Santiago. 13. Viendo el Intendente de Valdivia que yo estaba decidido y firme en mi intención de viajar a toda costa, aunque debiera hacer el viaje a pie, movido por una cierta compasión me permitió al fin ,embarcar como de contrabando, es decir, sin darme una autorización escrita 9 • Al llegar a Santiago me presenté al Mi– nistro de Culto que me recibió muy fríamente, por conocer tal vez mi obstina– ción de viajar sin el permiso del Magistrado de Valdivia. Calificó mi proyecto de audaz e irrealizable. Para desentenderse del asunto me aseguró que el Gobierno no tenía dinero para gastar en empresas inútiles. Esto equivalía a cortar el ár– bol en su misma raíz. Pero yo estaba dispuesto a llevar adelante mi idea y sin perider el ánimo por aquella respuesta cortante le dije que si el Gobierno no estaba en condiciones [10] de cooperar en la conversión de los infieles, me permitiera al menos dirigirme a la generosidad de los buenos chilenos. 14. Esta proposición -que el Ministro no esperaba- le impresionó mucho y sin vacilar le envió una nota al Intendente de la Provincia de Santiago en la que le orélenaba me extendiese un permiso para hacer una colecta en la ·ciudad y sus alrededores, y proporcionarme así los medios para llevar adelante la em– presa. La noticia de esta colecta suscitó un real entusiasmo en todos los bue– nos ciudadanos. Para aprovechar esta acogida y buena voluntad quise darle una forma estable y solemne: este fue el origen de la llamada Sociedad Evangélica, o sea, la Pía Unión de Propaganda Fide, semejante a la que existe en Lión, de Francia. El señor Arzobispo de Santiago asumió la presidencia de esta Sociedad. Algunos señores principales aceptaron con agrado los títulos de Directores o Con– sejeros de esta Pía Unión; otros fueron nombrados centuriones, decuriones y otros cargos semejantes 10. 15. El Presidente de la República, no contento con haberla aprobado con un Decreto especial, quiso asistir a la inauguración de esta Sociedad que tuvo lu– gar en la Iglesia Catedral el día 24 de julio de este mismo año 11 , es decir, cuatro meses después de mi llegada a la Capital. El señor Arzobispo pontificó la Mi– sa; un sacerdote •chileno pronunció un discurso alusivo dentro de la misma ce– lebración 12 • Todas las corporaciones asistieron a aquella extraordinaria función. Doce señoras de las principales de la ciudad, a imitación de las damas france– sas, se abrieron paso en medio de la muchedumbre [11] y consideraron un pri– vilegio pedir limosna por la propagación de la fe entre los araucanos. El pue– blo, que jamás había visto pedir limosna en pública Iglesia a señoras como éstas, quedó tan impresionado como confuso; e incluso disgustado por no haber sabido esto a tiempo para proveerse de dinero y no hacer un figurón delante 9 Los misioneros capuchinos, en virtud del contrato pactado con el Gobierno y por la dependencia que las Misiones católicas de Chile tenían de la autoridad civil, eran funcionarios públicos y no podían abandonar sus puestos de trabajo sin su autorización correspondiente. 10 Aunque el texto de esta :&elación pvesenta Ja ~dea de la Sociedad Evangélica como original del padre Angel Vigilio, hay que recordar que con anterioridad se había hablado ya de una institución semejante. Cfr. La Revista Católica 3 (1847-1848), 913-916. 11 La Revista Católica, que entrega datos y crónicas de la inauguración de la So– ciedad Evangélica, pone como fecha de su inicio el domingo 5 de agosto de 1949. Cfr. La Revista Católica 4 (1849) 143-144. 12 El orador fue don José Ignacio Víctor Eyzaguirre Portales (1817-1875) bene– mérito por muchos títulos. El discurso se dio a la prensa con e,I nombre de Ser– món que predicó en fa Catedral en Acción de Gracias por la Institución de la Sociediad Evangélica. Santiago de Chlle, Imprenta Progreso, 1849, 20 pp.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz