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206 SERGIO URIBE GUTIERREZ promesas, aunque vagas 2 • Creyendo que Dios no me quería en las Indias, sino en Italia, me dediqué al aposto1ado del ministerio con el entusiasmo propio de la juventud. El año 1845 obtuve permiso y peregriné a Roma. En esa ocasión tomé contactos con el eminentísimo Caridenal Recanati, que en esos años era Prefecto de nuestro Colegio Capuchino de Misiones 3 • Le conté todo lo relacionado con mi vooación misionera y él me prometió mandarme a Brasil ·como .Prefecto o Comisario de aquellas Misiones con otros siete religiosos. No pudiendo por en– tonces realizarse esa expedición, por no sé qué dificultad, [4] volví a mi Provincia y esperé allí la Obediencia que el Prefocto de Misiones me había prometido. 3. Entretanto se solucionaron los problemas que habían impedido la expedi– ción misionem a Brasil, pero por una equivocación del reverendísimo Padre Re– canati, se envió otro Prefecto a Brasil. Tres años después, es decir, en 1848, fui llamado a Roma a predicar la Cuaresma en Chiesa Nova. Terminada mi predi– cación me retiré al convento. En aquellos días ya estaban destinados a las Mi– siones de Chile doce alumnos del Colegio. Dejando a un lado la anterior omisión del padre Recanati hablé con el Predicador Apostólico, entonces secretario del Procurador General de la Orden, contándole que en otra ocasión yo había soli– citado Obediencia para marchar a las Misiones de las Indias y que, a pesar de mediar una promes,a, no me había sido concedida sin conocer yo las causas de esta negación. Yo había perdido las esperanzas de ir a misiones, pero si los Su– periores me enviaban, yo iría con mucho agrado. El docto y piadoso secretario creyó ver en esto la voluntad de Dios y habló con el padre Recanati. Este, reconociendo su involuntario error, quiso remediarlo nombrándome Prefecto Apostólico de las nuevas Misiones de Chile 4 • La Sagrada Congregación de Propaganda Fide confirmó este nombramiento y me concedió las facultades necesarias. [Viaje a Chile] 4. El día 3 de mayo de ese mismo ,año viaJe a Génova con los once m1s10- neros destinados a Chile 5 ; El día 24 de ese mismo mes embarcamos en un 2 El padre Angel Vigilio fue nom~ado Guardián de Capodistria, cerca de Tries– te y del convento de Udine. En cada uno permaneció 18 meses. Posteriormente, en mayo de 1846, el Capítulo lo nombró con el mismo cargo en el convento de Lendinara. Permaneció en este cargo hasta su venida a Chile. 3 Fray Justo de Cemerino, de la familia Recanati. Se hizo religioso en la Provin– cia de las Marcas en 1803. En 1843 le fue encomendada la dirección del Colegio Capuchino de Misiones de San Fidel le Sigmaringa, en Roma. Fue Definidor general de La Orden y Consultor de varias Congregaciones romanas. Pío XI lo nombró, en julio de 1848, Obispo tit. de Tripolitana en Lidia; y más tarde, el mismo Pontífice lo creó Cardenal (7 de marzo 1853). Murió en Roma el 17 de noviembre de 1871, a los 72 años de edad. 4 La evangelización de los aboígenes de Chile ocupó el interés de la Iglesia desde el descubrimiento y conquista del país. Las misiones de Arauco tuvieron como primeros evangelizadores a los franciscanos. Cuarenta años después, en 1593, los jesuitas compartieron el trabajo apostólicos con los hijos de San· Francisco hasta el año que fueron expulsados de las colonias de España. Con la inde– pendencia, el número de misioneros bajó tanto que el Gobierno de Manuel Bulnes se vio obligado a buscar nuevos operarios evangélicos. Bl 16 de febrero de 1848 firma un contrato con la Orden Capuchina: la Orden manda a Chile religiosos aptos por un espacio no inferior a diez años y el Gobierno les en- 1trega las Masiones y les da los medio para atenderlas. El texto del contrato se puede leer en P. Ignacio de Pamplona, Historia de las Misiones de los Capuchi– nos en Chile y Argentina. Santiago de Chile, 1911. Cfr. página 76. 5 Además 1~ 1t;l Padre Angel Virgilio la expedición misionera estaba compuesta de estos reI1g1osos: padre Lorenzo de Verana, de la Provincia de Parma; padres

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