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El sábado, 1 de septiembre, a las diez de la mañana, la Comunidad cantó el Oficio de sepultura y la Misa gregoriana de Difuntos, sin órgano, según deseo expreso del finado. En torno al féretro los familiares y multitud de amigos y admiradores, venidos de San Sebastián, Bayona, Bilbao, Vitoria y Pamplona, y de los pueblos vecinos, con emoción reprimida unían sus preces a las del Preste y Comunidad por el eterno descanso del alma del P. Donostia. Y terminado el Oficio, toda aquella variedad de gente, silenciosa y conmovida, rindió el postrer homenaje de respeto y afecto al ex: tinto, acompañándole a su última morada. Allí, en el Cementerio de Lecároz, descansan en espera de resurrección gloriosa los des– pojos mortales del P. Donostia, cerca de los de su hermano de san– gre y hábito, el P. Fortunato de San Sebastián. El 5 de septiembre, con asistencia aún mayor que el día del sepelio, se celebraron solemnes Honras Fúnebres, en que la Coral de Elizondo cantó la Missa pro defunctis, que el P. Donostia compusiera el año 1945 en memoria de su hermano el P. Fortuna– to y demás difuntos de su familia. 25

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