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Digamos, para terminar, que ei cardenai dominico, taÍ vez por ,,er más teólogo que pastoralista, ofrece una concepción del pecado que no resulta fácil encerrar dentro de los moldes de la materia grave y leve y de la parvitas materiae. Efectivamente; el verdadero principio o criterio para discernir la gravedad de los preceptos y de sus cor– respondientes transgrediones no es otro que la caridad en sus dos vertientes de amor de Dios y del prójimo: « Spectandum est ergo ad charitaterm, quum discernendum est praecepti vinculum ad mortale peccatum, quia solum per mortale peccatum charitas tollitur et omne peccatum mortale charitatem tollit. Si enim praecepti violatio chari.– tatem toEit, ad mortale pec9atum obligat; si autem non tollit charitatem quam.viis tollat quamcumque aliam vírtutem, ,ad mortaZe peccatum non obligat. Charitas enim est animae vita, quae quia per peccatum mortale tantum tollitur, ideo peccatum tollens ipsam, mortale appellatur; tolli autem charitatem solummodo constat per id quod contrariatur dilectio– ni Dei, aut proximi. Et propterea duo sunt genera moralium praecepto– rum, quaedam habentium vinculum peccati mortalis: et sunt illa sola, quae praecipiunt aliquam commissionem vel omissionem necessariam ad dilectionem Dei vel proximi... Quaedam habentium vinculum pec– cati veníali<s tantum: et haec sunt quorum violatio stat cum charitate Dei et proximi » 154 • El doctor navarro Martín de Azpilcueta se desenvuelve dentro ya de la edad moderna, si bi2n dejándose sentir en él, todavía, el influjo de la mentalidad del medioevo. Una de las cuestiones en que el Doctor Navarro consiguió liberarse del influjo de la mentalidad medieval, es precisamente la que se refiere a la parvedad de materia o, usando sus mismas palabras, a la parvitas sive exiguitas reí. Sobre el cardenal Cayetano, Silvestre de Prierio y el beato Angel de Chi>vasso tal vez se podrfa dudar de que hubieran captado plena– mente el contenido del principio de la parvitas reí sive materiae. Más aún; también se podría quizá sostener que ninguno de los tres sumistas llegó a reconocer al mencionado principio validez universal. En cambio. el Doctor Navarro se muestra sobre uno y otro punto o aspecto tan t. 9, p. 92. En este lugar Cayetano sostiene y atribuye al Angélico la opinión según la cual los pequeños hurtos no constituirían pecado mortal, aunque desa– gradai;an a su dueño y éste se opusiera a ellos. Esto significa, ciertamente, tanto como admitir la realidad del principio de la parvitas materiae, por lo menos en el ámbito de la justicia. 154 IDEM, Opuscula omnia, t. 1, tr. 25, fol. 85r. 63

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