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igual seguridad que admitan materia Íeve y pecados ex genere suo veniales. En primer lugar, porque desconocen estas dos expresiones y, en segundo lugar, porque muchas veces es difídl discernir si los peca– dos veniales ,que admiten, son tales por imperfección del acto humano, o, más bien, ex genere suo, es decir, por su objeto o materia, o, tal vez, por iimperfección o parvedad de la misma materia. Esto no obstante y reconociendo, además, que en casi todos estos teólogos se encuentran textos que parecen afirmar que todo pecado deliberado es mortal, eremos que no se puede negar que admiten la existencia de pecados ex genere suo veniales, por más que reconocemos que su extensión se presenta muy reducida. Esta clase de pecados veniales se podría descu– brir, tal vez únicamente, en trasgresiones de consejos, instrucciones y amonestaciones, es decir, de prescripciones no-preceptivas. 2. Los grandes maestros del siglo XIII no se apartan de la línea doctrinal trazada por sus precursores; pero le proporcionan induda– blemente claridad, precisión y perfeccionamiento. Todos ellos admiten con plena claridad la existencia de pecados ex genere suo veniales, que conocen y denominan precisamente con esa misma expresión. En cambio, el empleo del término materia, refiriéndose a la gravedad de los diversos pecados o transgresiones, es casi desconocido de todos ellos. Por otra parte, el objeto o materia casi no aparece como un elemento ·constitutivo, sino más bien como un criterio de distinción de la gravedad de los desórdenes y transgresiones humanos. Tal vez se extrañará el lector al comprobar que san Buenaventura y santo Tomás, siguiendo a Ricardo de S. Víctor, cuentan la embria– guez entre los pecados .ex genere suo veniales, al menos cuando no constituye un abuso frecuente. Sin embargo, la amplitud o extensión de la materia leve y de los pecados ex genere suo veniales es realmente reducida, porque todo precepto importa obligación sub mortali y, con– siguientemente, porque la materia y pecados ex genere suo leves se con– vierten en graves o mortales, según enseña expresamente Escoto y, tal vez, también santo Tomás, cuando recae sobre ellos un precepto o prohibición estrictos. Esto demuestra, al mismo tiempo, el escaso valor y significado que posee en sí misma la materia leve. 3. Si exceptuamos a Juan Gersón, que propone un pensamiento propio y personal, puede decirse que los últimos teólogos y sumistas del medioevo siguen las enseñanzas de los grandes maestros de la 40

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