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66 FR. ANDRES DE LIZARZA XIMIKO. Pellizco: "Bere buriari chimico eguithia". Pellizcarse a si mismo (pág. 393). XOTHIL. Sutil: "Otoitzi;aco dembora penxamendu seindu, bena cho– thil batrutan eremaiten dicie". Ocupan todo el espacio de la ora– ción en pensamientos santos, pero sutiles (pág. 128). XUXENDU. Componer, enderezar, corregir: "Nola chuchent daiste elgarreki horrein erran liferentac". ¿ Cómo pueden componerse entre sí afirmaciones tan diferentes? (pág. 33). ZAIN. Vena: "Hare emaiten deraucu gosse, eta egarri hori, eta duda gabe segnale idiren ducula mia balioz haren eguiazco cainha". El te da esa hambre y sed, y es sin duda señal de qu,e encontrarás la verdadera vena de tan valiosa mina (pág. 34). ZALHU. Agil, flexible: "Aroti;ac burdignha gorria sutheitic molda– tceco idoki onduan. .. bena arras hoztu gabe, berriz suian efarten dici, fittetz-ago lehen bei;ain bero eta i;alhu jar ahal dakion". Des– pués de sacar de la fragua el hierro rusiente el herrero ... ; pero antes de que se enfríe lo pone de nu,evo al fuego, para que se le caliente como antes y se le ponga al temple más velozmente (pág. 46). "Indar, eta calhu jocuetan arteen direnac, askarrenic eta ca-· lhienic denaren irabaciaren ukeiteco, ga11ca gucietaric beguiratcen direla". L'ls que se dan a los juegos de fuerza y agilidad, pot ganar el premio del más fuerte y del más ágil, se guardan de toda,, las cosas (pág. 365). ZATITU. Repartir: "Guicenac chorthia eguiten dieta, bena J auna.: i;atitcen". El hombre echa las suertes, pero Dios reparte (pág. 304). "Punimentu bera catiteen direecu, ceren ini;uliarrac placer har es– palera, errailiac elikeci erraithiaz placerric". El mismo castigo re– parte (a los dos), porque si el oyente no gustara de oír (al murmu– rador), el murmurador no gustaría de murmurar (pág. 442). ZAURI. Ven: "launa, cauri, soicu, niti;az pietate ukai;u". Señor, ven, mírame, ten piedad de mí (pág. 213). ZEDARRI. Mojón, límite: "Hertan (Gincoatan) eti;u finic) cedarri– ric, ez mugaric, eere Gincoaren hedadura infinito baita". En Dios no hay fin, ni límite, porque la extensión de Dios es infinita (pág. 76).

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