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80 Notae et discussiones entre el ideal y la realidad. Por ello, es decir, por este carácter que entrañan las actuales constituciones, es fácilmente comprensible que no lleguen a satisfacer plenamente a cuantos por vocación, autoridad o res– ponsabilidad se sienten llamados a velar por el recto orden objetivo individual y comunitario, como tampoco acabarán de agradar francamente a todos aquellos moralistas que se han acostumbrado a fijarse más en las obras y aduaciones externas que en los hábitos y actitudes internos. A pesar de ello, hay que reconocer sinceramente que las nuevas constituciones capuchinas han pretendido recoger el alma y el ideal de san Francisco. Ello, empero, no debe engañarnos y hacernos creer que son algo más que letra y expresión ordenadas a despertar y animar el espíritu evangélico y franciscano de todo hermano menor capuchino. Con otras palabras, el alma y el ideal de san Francisco no deben permanecer expresados en las constituciones sino que deben pasar a imprimirse e incorporarse vitalmente en todos los hijos del seráfico Padre. Las nuevas constituciones se presentan, pues, más como la expresión e índice del espíritu capuchino que como concretización y canalización normativa del mismo. No se puede negar que aparecen no pocas prescrip– ciones; pero son, en su mayor parte, muy inconcretas e indefinidas y de carácter parené1.ico. Y no censuramos propiamente que se haya querido presentar las nuevas constituciones bajo esta forma, porque no se puede dudar de que lo que en primer lugar y sobre todo debe empeñarse en adquirir todo religioso, es precisamente el auténtico espíritu, la verdadera actitud y renovación interior, sin lo cual caracerá de valor toda su vida y actuación exterior (r). Por todo ello tendemos a contemplar nuestras nuevas constituciones como un bello proyecto y como una sugestiva imagen de vida que cada religioso deberá esforzarse, primeramente, por asimilar y grabar en su interior y, consiguientemente, por traducir y proyectar en su vida concreta y existencial. Hay que dar, ciertamente, la primacía al espíritu, al ideal, a la actitud interior; pero si éstos son auténticos, no podrán menos de traducirse y proyectarse en actos, en obras, en la vida toda. No olvidemos, además, que las obras y actuaciones exteriores influyen en el mantenimiento y vitalidad del espíritu y en la creación y afianza– miento de las actitudes internas. A este propósito dicen muy atinadamente las constituciones capuchinas recientemente promulgadas: ce Humilitatis (r) Así lo reconocen las Constitutiones OFM. Cap. renovatae in Capitulo Ge– nerali Speciali I968, n. 3 r.

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