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10 P. ANSELMO DE LEGAR.DA Chateaubriand, el que llamó "su guerra" a la invasión de los cien mil hijos de San Luis, nos ofrecía desde ultratumba una estam– pa grotesca de la intervención de los frailes en la defensa de Zara– goza, aunque él escribiera en serio (16): "Vencedo,res de los me– jores soldados de Europa, vertíamos la sangre _de los frailes· con esta rabia impía que derivaba de las bufonadas de Voltaire y de la atea demencia del Terror. Sin embargo, estas milicias del claus– tro fueron las que pusieron término a las victorias de nuestros ve– terano-s. Estos no esperaban encontrar a unos enfrailados, como dragones de fuego, montados sobre las abrasadas vigas de los edi– ficios de Zaragoza, cargando sus escopetas en medio de las llamas, al son ,de los bandolines y cantando boleros y el réquiem de la misa. de difuntos: las ruinas de Sagunto aplaudieron". El oficial del ejército sitiador, J. Daudevard de Ferussac (17), pinta a los religiosos con otros colores. Al describir la rendición de Zaragoza, asegura que, en medio del triste espectáculo que ofrece la ciudad llena de cadáveres y de enfermos, espectros lívidos deambulantes, "una multitud de frailes que han conservado su tez rosada, bulle por todas partes. Han sufrido muy poco durante el sitio : tenían, según me han asegurado, almacenes bien provistos, grandes jardines donde podían respirar un aire sano, y los lugares más seguros para resguardarse de las bombas. Parecían furiosos por nuestro éxito que, en el fondo, es para ellos un golpe de muerte". Aunque estolideces de este calibre no merecen réplica, bien sería recordarle a Daudevard que la mayoría de los conventos con sus ricos almacenes estaban en las afueras de la ciudad, incendia– dos o destruidos, como• el de los jerónimos, el de los capuchinos o el del Carmen; mientras en el interior hermosas huertas, como la de San Ildefonso, se habían convertido en cementerios, donde ya– cían miles de cadáveres, cuyo número crecía de día en día. Am– biente ideal para respirar auras paradisíacas (18). ,(16) Memorias póstumas, 1 Barcelona, Brusi, ,1848, p. 456. í(l7) En el llamado Diario histórico de los sitios de Zaragoza, vertido al español por F. J. J., Zaragoza, Gasea, 1908, págs. 47-48. (18) Tampoco es de fiar otra obra gemela, Los sitios de Zaragoza, según la narración del oficial sitiador BARON 'LEJEUNE. Versión, prólogo y notas de CARLOS RmA y GARCIA, Zaragoza, Escar, 1 1908. Son insuficientes los reparos

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