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218 P. ANSELMO DE LEGARDA de los cadáveres al cementerio ahora; cuál debe ser el estipendio de los sepultureros, etc. Menciona así mismo la real orden que autoriza a religiosos y religiosas a sepultar a los suyos en los ce– menterios públicos. Una real orden de siete días antes (DLP) se le, autorizaba a los religiosos de San, Francisco. La Gazeta de Zaragoza seguía adhiriéndose a la campaña en pro de los enterramientos fuera de iglesias y poblados alegando lo realizado en distintos puntos : el 20 de julio de 1805 insertaba un largo informe sobre el cementerio campal de Hellín (Albacete); el 16 de diciembre loaba al párroco de Azpilgoeta de Mendaro (Guipúzcoa), párroco que había estrenado el nuevo cementerio enterrando en él a su propia madre. Instancias, argumentos, mandatos, prohibiciones y buenos ejem– plos se estrellaban en la inercia de la ciudad de Zaragoza. Su Co– rregidor el 19 de junio de 1806 (DDC) anuncia a los gobernadores eclesiásticos que el Colegio de Médicos ha dado ya la relación de los sitios en que deben construir los cementerios : acuerden día y hora para proceder al cumplimiento de las superiores órdenes. Se conserva (DDC) un legajo titulado «Contestación de los curas de Zaragoza sobre lo que pueden contribuir para construc– ción de cementerios». Comienza el legajo con la vereda circulada por el secretario Carlos García a los curas de Zaragoza el 11 de junio de 1807 (DDC) : hay que cumplir las reales órdenes tras– mitidas por el Patriarca de las Indias, Arzobispo de esta ciudad; urge la construcción de cementerios y enterramientos de cadáveres en los mismos; a la mayor brevedad informen sobre el tanto con que podrán contribuir sus respectivas parroquias para la construc– ción del cementerio común en esta ciudad; pónganse de acuerdo con los lumineros. Entre el 12 de junio y el 6 de julio fueron respondiendo las catorce parroquias: el Salvador, el Pilar, San Pablo, San Miguel, la Magdalena, San Gil, San Felipe, San Andrés, Santa Cruz, San Juan y San Pedro, Santiago, Altabás, San Nicolás, San Lorenzo. La contestación no pudo ser más desoladora. El Salvador y el Pilar respondían al unísono que «no hay luminero ni caudal alguno en esta parroquia». San Pablo «no puede realizar los deseos con que se halla de contribuir a la dicha obra a causa de la mayor deca– dencia de sus rentas». Varios aseguran que no pueden contribuir

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