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OBISPO, CLERO Y PUEBLO DE ZARAGOZA (1&03-1.008) 213 providencias, Comienza así (DDC) : «Por el edicto publicado el 26 de setiembre, de acuerdo de la Junta de Sanidad, se hicieron DO• torias las providencias tomadas para preservar a la capital y al Reino de la peste exterminadora, que destruye pueblos enteros». Recuerda luego que «se estableció la guardia cívica en las puertas de la ciudad, confiando a la vigilancia de los ciudadanos el im– pedir .el ingreso por ellas de personas y efectos procedentes del país contagiado, y también el que se introdujesen meiidigos, que hace poco tiempo fueron los conductores de enfermedades epidé– micas que tanto han afligido y a tantos han. llevado al sepulcro», Muchos han sido diligentes en su oficio; en cambio otros, «indo• lentes, descuidados o contemplativos, permitiendo la entrada a los pobres mendigos que, con quebrantamiento de las leyes y de las órdenes del Real Acuerdo, vienen a refugiarse a esta ciudad; no examinando con cuidado los pasaportes de los viajeros, y tolerando su ingreso sin presentarles boletín de sanidad»... La Junta re– prueba s.emejante tolerancia y excita a la observancia de lo dis– puesto. «Estas mismas circunstancias hicieron pensar a la Junta, siguiendo el ejemplo de todos los pueblos cultos de Europa, en formar lazaretos para hacer la cuarentena de los que vinieren de país sospechoso de contagio». Termina el edicto manifestando que la Junta carece de fondos y acude a las personas pudientes. CEMENTERIOS Al ponderar la mortandad causada por la epidemia, aflora es– pontáneamente una cuestión aneja, la de los cementerios.· El pro– blema de los enterramientos en las iglesias o dentro de poblado habíase suscitado ya a fines del siglo XVII. En fecha mucho más reciente, el 9 de mayo de 1783, Jovellanos y otros entendidos firman un informe dirigido a la Academia de la_ Historia en el que mani– fiestan la conveniencia de construir cementerios en el exterior de las poblaciones, como precepto higiénico y· no contrario a la dis– ciplina eclesiástica 35 • 35 CT. C. CAMBRONERO, El Rey intruso ..., Madrid, 1900, l)ág. iM. El tra– ca-so del intento se atribuye _ahí a los. pá-rrocos y se olvida la resisteneia. de los fieles que luego quedará patente.

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