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178 P. ANSELMO DE LEGARDA dado de su triste familia que gime quizá en la indigencin., mientras él invierte en el vicio lo que debía ser el sustento de ella», RESIDENCIA Contados son los casos en que intervienen los gobernadores eclesiásticos y por eso hemos de presumir que no se quebrantaba la residencia en la diócesis. Descontemos abandonos como los alu– didos de Mirambel, donde la permanencia hubiese sido no obser– vancia canónica, sino casi riesgo de muerte. Intervino la curia en el caso del famoso Santiago Sas, a quien le arrastraba el amor a Zaragoza, según la siguiente carta (DDC) : «Muy ilustres señores Gobernadores : Hace mucho tiempo veo a este pueblo sumamente quejoso por el mal cumplimiento de don Santiago Sas, su capellán, que, teniendo aquí su capellanía pingüe y de rigurosa residencia, puede asegurarse no reside tres meses al año. Pues, como es zara– gozano, con el pretexto que va a predicar algún sermón, trampea los cuatro y los cinco meses. Ahora mismo h_ace aquí notable falta y, aunque el señor rector está bastante res~ntido, pero es tanta su bondad que jamás se ha atrevido a hacer esto presente a VV. SS. Por tanto, supuesto que está paseando esa ciudad, deseamos que YV. SS. le llamen y aperciban para que venga a cumplir con su obligación. Queda a la disposición de VV. SS. su afecto súbdito y servidor Q. S. M. B. Luco y 8 de mayo de 1804. Mariano Arén.– Muy ilustres señores Gobernadores». Concurrían circunstancias agravantes en el caso denunciado por un anónimo (DDC) : «Muy ilustres señores Gobernadores : Vemos con edificación el celo de V. I. a favor de los pueblos y de la Igle– sia con el hecho justísimo de obligar a sus ministros al exacto cum– plimiento y residencia de sus respectivos ministerios. Pero yo, in– teresado por el honor de V. I., debo decirle que; en virtud de estas providencias, han hablado y hablan con alguna libertad y poco decoro al ver que a otros eclesiásticos que tienen rigurosa residencia, no les dice nada y particularísimamente a don Justo Sáenz, peni– tenciario de la villa de N., obispado de Calahorra, que hace seis u ocho años que se está paseando en ésta, y vive en casa del co– merciante don Domingo Pescador, calle Nueva del Mercado, donde ha permanecido el referido tiempo. En cualquier providencia de

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