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176 P. ANSELMO DE LEGARDA según documento de ellos mismos, del 5 de febrero de 1805 (DDC), es excesivo el número de beneficiados y son insuficientes las rentas; los beneficiados suman dieciséis, de los que sólo residen ocho y apenas tienen lo necesario. Cuatro meses más tarde, en la visita pastoral (DVP), vemos que los vecinos de ese pueblo no pasan de ciento cuarenta. No habría nacido del espíritu marcial el abuso corregido desde Madrid por el Arzobispo el 1 de febrero de 1806 (DDC). Comunira que, según asegura el Ministro de Guerra, se han multiplicado los curas castrenses : en todos los lugares donde accidentalmente re– side alguna partida de tropa, surge el cura castrense. Ordena que se recojan sus títulos. Al igual que en otras épocas y diócesis, según puede compro– barse por reiteradas prohibiciones sinodales, la caza era tentación para algunos, tentación en que caían con mejor suerte que don Ma– riano Pardo, de quien el 14 de febrero de 1805 (DDC) dice el vica– rio de Ainzón que tiene mucha repugnancia de presentarse en el sínodo, porque «cazando se le disparó la escopeta en la mano de– recha y sólo tiene dos dedos expeditos, y algunas ceremonias no puede hacerlas sin contravenir a rúbricas». La participación o colaboración en las comedias producía alar– ma, aunque el fin fuera santo. No se consideraban entretenimientos inocentes. El 1 de febrero de 1807 (DDC) se le comunica al Auxi– liar desde Daroca que «los jóvenes seculares, como aficionados, hacen seis días comedias, desde el jueves al martes de carnaval inclusive, siendo su producto para el hospital de enfermos)). Traen algunos músicos de la iglesia de Teruel, puede que intenten tam– bién la asistencia de dos músicos sacerdotes de Daroca. Desde el mismo Daroca el día 11, miércoles de ceniza, informan de que ta– ñeron de hecho dos sacerdotes de la iglesia, más otro, un día, el violín. A beneficio del hospital tocó la orquesta allí mismo el año anterior dos días de Pascua y a la solicitud de permiso del 19 de marzo (DDC) para que actuaran sacerdotes, había respondido el gobernador don Pedro Valero con un «no ha lugarn. El P. Santander ha condenado las corridas de toros, antes de llegar a Zaragoza. En la ciudad del Ebro, en la sitiada o junta de beneficencia del 3 de octubre de 1804 (ASM), el capitán general Guillelmi manifiesta que por su parte no embarazará las dos co-

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