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LO FRANCISCANO EN EL TEATRO DE TIRSO DE MOLINA 53 dar de comer a los cristianos, se convierten en flores fragantes al pregun– tarle al Rey qué es lo que lleva. San Roque es inseparable de su can. En Quien no cae no se levanta (2, 399a) lo imaginan romero con su mastín. En Las quinas de Portugal (5, 454a) se le hace una promesa: Estuve al cabo una vez y prometile a San Roque, o a su perro, de traer esta ropa un mes entero. En La elección por la virtud (3, 104a) exclama Sabina: «Válgame el alano de San Roque!» En El mayor desengaño (4, 157a) se nos describe una oposición a la cátedra de prima de la universidad de París. Dice el protagonista: Frailes Con todo esto, realzando nuestra natural flaqueza, según el orden de gracia, la divina Omnipotencia, puede una pura criatura alcanzar la inteligencia de Dios y, en mortales lazos, ver la soberana esencia. Esta opinión es de Escoto, sobre la Parte tercera de la Distinción catorce, Quaestione prima. Y se prueba... Tirso de Molina no explica si hay ironía en los versos de la protago– nista de Antona Garcia (5, 249a): Huéspeda, una sartenada de huevos y de tocino hacen ligero el camino; dádmela vos empedrada de magro y gordo que so fraile franciscano en esto, y echen ellos todo el resto en aves, que buena pro les haga, pero sin her burla de los mal vestidos.

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