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LO FRANCISCANO EN EL TEATRO DE TIRSO DE MOLINA a cuya Alba gracias doy que contra reales enojos tan seguro amparo envía (47b). 43 A los caballeros pretendientes de Beatriz les invita el Rey a conquis– tar su mano acompañándole a la tala de Granada: será el preferido quien más cabezas de moros traiga en arras a doña Beatriz. Los cuatro se aprestan a ello. Y, cuando todos se han ido, menos Beatriz, irrumpe Melgar, el criado del hermano de ella. Le cuenta cómo le asentó la mano doña Leonor y la decisión de don Juan de cambiar de vida haciéndose ermitaño. Beatriz confiesa que está escarmentada, como su hermano. Cuenta con que Melgar, leal a su hermano, lo será a ella para realizar un proyecto (48-49). Se lo explica: La vida me va en salir de la corte, que, en Toledo y en un monasterio, puedo medrar mejor con servir a quien paga de otra suerte. Yendo en vuestra compañía y en otro traje, podría escaparme de la muerte con que la Reina amenaza mi inocencia sin razón. La noche nos da ocasión, como vos sepáis dar traza para buscarme un vestido de labradora, que aquí no hay pocas. Se aviene a ello Melgar, recibe dineros para los vestidos. Y ella dice refiriéndose a sus deseos desvanecidos: A servir quiero poneros con quien dé buen galardón, que aquí no os saben premiar. Vamos, que hemos de fundar Orden de la Concepción, donde segura sirvamos a la que preservó Dios (49b). Nuevo revuelo en palacio y mutuas acusaciones del Rey y de la Reina al advertir la ausencia de Beatriz, hasta que en la habitación de la fugi– tiva, sobre un bufete, dan con un papel firmado por doña Beatriz de Silva

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