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42 ANSELMO DE LEGARDA En la escena inmediata salen la Reina y don Alvaro de Luna. El Con– destable manifiesta que le manda el Rey que averigüe qué se ha hecho de doña Beatriz de Silva. Piensa el Rey que la Reina la tiene en prisión. Toda la corte anda revuelta. La Reina lo despide enojada y, como él in– siste, pasa a extrañas amenazas, hasta del cadalso al que después subirá don Alvaro (45-46). Oportunamente se presenta el Rey acompañado de cuatro caballeros que aspiran a la mano de Beatriz, de la desaparecida, parienta de Isabel. La Reina, después de acriminar al Rey por su promesa de reinos, hecha por escrito a Beatriz, se confiesa cruel, a fuer de portuguesa, y descubre el secreto de su pariente: Como Reina he sentenciado a perdimiento de vida a esa mujer atrevida que al Rey, mi señor, ha dado hechizos con su hermosura. Celos son mal tan cruel que mata en ese cancel vengándome su clausura. Ha tres días que encerrada, sin darle alivio el sustento, falta de vital aliento y viva en él sepultada, porque este incendio se apague, que tanta gente ha perdido, darla la muerte he querido: quien tal hace, que tal pague (47a). La intervención del Rey es amenazadora: ¡Oh, bárbara! ¡Vive el cielo, si es muerta, que tu castigo, siendo esta corte testigo, tiene que asombrar al suelo! Abre y sale doña Beatriz exclamando: ¿Qué es esto, Rey y señor? ¿Qué es esto, señora mía? Y a la pregunta de la Reina de si está viva, responde: Estoy de mi inocencia amparada, del cielo patrocinada,

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