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LO FRANCISCANO EN EL TEATRO DE TIRSO DE MOLINA su magnate, su privanza. Bien os están los rubíes; buen provecho, santo, os hagan. ¡Qué envidia tengo de veros, si envidia puede haber santa! Al imprimir a Juana Cristo sus llagas, comenta San Francisco: Hija, ya mi dicha igua!/s (289b). A lo que ella responde: No hay con vos igual ninguno, seráfico patriarca (289b). 37 Al acabar la segunda parte una monja refiere a Carlos V lo ocurrido a la madre Juana, rica con sus rubíes, con sus cinco quinas (290a): Hale concedido Dios la maravilla más alta que, después de San Francisco, gozó criatura humana (290b). La madre Juana tenía que estar estigmatizada desde el Viernes Santo hasta la Ascensión gloriosa del Señor (289b). Y el día de la Ascensión desaparecen las llagas (302b). Ella importunaba al Señor que se las qui– tara, por considerar que no estaban allí con la debida decencia: Francisco, que es capitán de vuestra Iglesia, ése sí que es digno del carmesí de esa amorosa librea, porque el mundo en ella vea el fuego que encierra en sí. En él sus joyas engasta justamente vuestro amor, que a mí sentir el dolor de vuestra pasión me basta (302a). Dofía Beatriz de Silva En la comedia anterior el poeta intentaba reflejar los motivos que habían dado origen a la fama de santidad de Juana de la Cruz, igual entre el pueblo que en el palacio imperial, fama que no ha recibido el

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