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32 ANSELMO DE LEGARDA Tengamos presente este monasterio para la comedia sobre Santa Beatriz de Silva que comentaremos posteriormente. Entra uno con las galas que le envía su pretendiente, dejan a Juana sola con ellas, ocasión que aprovecha para menospreciarlas, comenzando por los chapines y su corcho, pasando a las cadenas y vestidos. En la fuga de los desprecios del regalo y de su recurso a Dios, «caen las galas abajo, saliendo un hábito de monja de San Francisco». Dentro suena una voz: «Estas son mis galas, Juana». Exclama entre asustada y alborozada: ¡Ay, cielos! ¿Qué es lo que he visto? Una voz divina oí y un saco pobre está aquí. ¿Cómo el contento resisto? Estas son galas de Cristo y de Francisco librea. Santo en quien Dios hermosea las llagas con el carmín que el alado serafín en vuestras carnes emplea: con tan soberana gala ¿qué hermosura no tendrá el alma que os sigue ya y por vuestra se señala? Este cordón será escala con que, desde el alboroto del mundo el cielo, aunque ignoto, y su gloria meta a saco, que, aunque está roto este saco, no lo echaré en saco roto. El monasterio sagrado de la Cruz, Francisco mío, es vuestro y en él confío escapar del mundo a nado. Ya el cómo y cuándo he pensado. Aseguradme el camino, seráfico peregrino, que, dándome vos favor, hoy tiene de hacer amor un disfraz a lo divino (202-203). Dos escenas más adelante aparece Juana disfrazada de hombre, decidida a ejecutar su proyecto: No hay más de cinco leguas desde Toledo a la Cruz

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