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28 ANSELMO DE LEGARDA al día siguiente a Escuti, donde los claustrales tienen una casa. De hecho Fray Salvador hace entrar al niño en el convento de muy pequeño (p. 45). Desde allí dos veces al día marcha a Montalto a estudiar latín con un dómine tan riguroso como el tío. Entretanto ha cobrado tanta afición a la vida religiosa que expresa su deseo de vestir el hábito de San Francisco y lo viste gracias a la caridad de un piadoso ciudadano de Montalto que se lo paga. Un dato más para concluir que no anda Tirso descaminado al insistir tanto en la pobreza de su protagonista. No existen aún los decretos tridentinos. Por eso viste el hábito a los doce años y emite su profesión a fines del año siguiente, en 1534. A rue– gos de su padre conserva el nombre de pila, como feliz augurio, por más que en la comedia se vea anegado por los desastres hasta poder exclamar: «Félix fui, ya soy infélix» (86a). Consta (p. 46) el ardor con que el jovencito se dedicó al estudio: so– fiaba con ser famoso predicador. Durante casi un decenio su tío le hace frecuentar distintos centros de estudios filosóficos y teológicos. Después de Fermo pasa a Ferrara, en 1540, y luego a Bolonia, Rímini, Siena hasta lograr en Fermo el 26 de julio de 1548 el grado de maestro en sagrada Teología (p. 46). La comedia (75a) nos lo ha presentado en el momento de recibir el grado en Fermo. Sin ordenarse todavía de sacerdote ejerce una y otra vez el cargo de predicador y en 1552 lo llaman a Roma para los sermones de cuaresma. Es tal el éxito que la iglesia de los Santos Apóstoles rebosa: arrebata con su fogosa elocuencia. Julio III lo mantiene todo el año en Roma, donde explica tres veces por semana la carta a los Romanos (p. 48). Cerca del convento de los franciscanos de Roma se alza el palacio Colonna o Co– lona, como escribe Tirso. Fray Félix se convierte en huésped grato del palacio y explica a Marco Antonio Colonna, arzobispo de Tarento, algunas cuestiones filosóficas según Escoto (p. 48). La decisión citada de Julio III pudo dar pie al episodio del maestro Abostra dramatizado en la obra de Tirso (77b), con su enemiga y envidia. Envidia manifiesta al acusar el P. General a Fray Félix de sospechoso en la fe, hecho ocurrido en la comedia ante el Papa (91b), coincidente con el papel en que se calificaba de mentira la doctrina católica expuesta por el predicador Fray Félix en la cuaresma romana de 1552 (p. 47). Acusación que se rechaza nombrándole Inquisidor de Venecia, en 1550 en la comedia (92a); de hecho en 1556 lo nombra Paulo IV (p. 49).

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