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LO FRANCISCANO EN EL TEATRO DE TIRSO DE MOLINA a la venceja que tiene su nido allá entre los godos? Pues que son vencejos todos y estos dos se quieren bien casaldos, que las altivas noblezas son espantajos, y todos, altos y bajos, nacimos de Adán y Adivas (105). 23 El Príncipe se malhumora, manda echar de allí a los cazadores de ven– cejos, encarga a Alejandro que redoble la vigilancia para que ningún villano se acerque a una legua de Fabriano. Se va amenazador: Ha de ser su esposa Octavia o tiene de morir preso (106b). El desenlace feliz entrevisto por la desenvoltura o artificio de Sabina, se confirma en la escena siguiente, cuando sale Camila con un lío de ropa blanca y un mazo, cortejada por Marco Antonio Colona, hermano de Octa– via. Dice el galanteador: Por Dios, lavandera hermosa, que, desde el punto que os vi coger vuestra ropa ansí, está el alma recelosa y de vuestro amor perdida, porque obligáis de manera que os abate la bandera. Lavandera de mi vida, escuchadme una razón (106b). Recuérdese que Marco Antonio venía a Montalto dispuesto a bañar en la sangre de Sabina las canas de Pereto, para que de esta suerte, con la boda de Césaro y Octavia, pudiera mezclarse la sangre ursina y colona. El encuentro con Camila, que no cree en las bachillerías de quienes saben muchas romerías, nos lleva a un diálogo esclarecedor: -Yo conozco una serrana a quien burló un escolar con parlar y más parlar. -¿Quién es? -Sabina, mi he·rmana. -¿Sois vos hija de Pereto? -Para lo que cumpliere. -Errará quien no tuviere a Césaro por discreto

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