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LO FRANCISCANO EN EL TEATRO DE TIRSO DE MOLINA 17 Pereto no comenta el porvenir del nieto. Afirma que Sabina es la única mujer de Césaro y rechaza los mil ducados que se le ofrecen por casar a Sabina con un serrano igual a su sangre, facultando asi a Césaro para cumplir la palabra dada a Octavia. El padre mira a Sabina como legí– tima esposa de Césaro y desde su lado no descubre impedimento alguno para la unión: Aunque no perdiera nada vuestro Príncipe, por cierto, en juntar su sangre noble con nuestra humilde, que al doble es más sabroso el enjerto que junta la noble rama al tronco áspero y grosero, y amor, como es jardinero, más estos enjertos ama (95b). Y pasando de la metáfora al lenguaje corriente, enlaza el apellido Orsini de Césaro con el Colona de Octavia: Pero no importa. Decí que goce a Octavia mil años, pues agravian sus engaños la casa Colona así (95b). Al quedarse solo, Pereto rememora en un soneto la fábula del ciprés, Césaro, abatido por el viento recio, y del junco, Sabina, que sigue en pie. Al punto aparece Sabina llorando a su esposo preso. No cree la mala nueva de su padre, que Césaro a Octavia pretende. Cambio de escena. Con informes de la actitud de Pereto llega Alejan– dro a presencia del Príncipe y de Marco Antonio Colona, hermano de Octavia. Les indigna la actitud de aquel rústico vil. Marco Antonio pro– fiere una amenaza: Ya no siento tanto el ver que sea estorbo una villana para que Octavia, mi hermana, de Césaro sea mujer, mezclándose de esta suerte la sangre ursina y colona, como el ver que a tu persona hable un pastor de esta suerte. ¡Vive Dios, que he de quitar los estorbos de una vez

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