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HUELLAS DE S. FRANCISCO EN LA LITERATURA 511 las doce rebanadas de pan, en memoria de la cena del Señor. Le leen el evangelio de San Juan, «Ante diem festum Paschae». Manda que lo depositen en el suelo. Muere. «Hay testimonio de todo esto». Nieremberg 131 vuelve a emparejar a San Martín y San Francisco: «La ocasión de un pobre desnudo empezó a hacer célebre a San Martín, par– tiendo con él su capa, como también a San Francisco el encuentro de un leproso». En El comulgatorio el jesuita P. Baltasar Gracián 132 alega palabras del de Asís: «¿Quién sois Vos, Señor, y quién soy yo», decía el humilde San Francisco. .. Acaba con aquellas gozosas palabras con que expiró el humilde San Francisco: Me expectant iusti donec retribuas mihi: ¡ay, que me están esperando los cortesanos del cielo para admitirme en su dulce compañía!». El dominico P. Domingo Báñez 133 en carta a Santa Teresa considera auténticos y sinceros ciertos arrebatos de nuestro santo: «Lo que dice de San Francisco, que le tenían por loco y se desnudó y vistió como pobrísimo, yo lo adoro, porque fue ímpetu del Espíritu Santo; y querer imitar esos hechos raros sin aquel ímpetu es cosa de farsa». El escritor ascético en quien se puede espigar mayor número de alu– siones a San Francisco, creo que es el carmelita Jerónimo Gracián 1 M. 1s1 Epistolario, CCL 30 (1915) 130. 1s:2 Obras, Madrid, Aguilar, 1944, 885 y 917. ns Vida y obras de San Juan de la Cruz, BAC 15 (1960) 102. 13<4 Obras, t. I, Burgos, 1932: quién es Dios y quién soy yo, p. 33; obediencia y perfección, 104; penitencia y oración en San Francisco, 155; la oración de la Virgen María, superior a la de San Francisco, 159; San Francisco y sus hijos, 164; San Buena– ventura y San Francisco, 183; repara la Iglesia, 186; calidades de sus llagas, 218; el sonido de la vihuela, 221; de nuevo sobre la obediencia, 238; admirado y fervoroso ante una abeja, 259; quién es Dios y quién soy yo, 309 y 458; su observancia, 466; guarda de la regla, 466. En el tomo II, Burgos, 1933: norma para rezar padrenuestros: «a los cinco, por las cinco llagas, según el cordón de San Francisco», p. 101; San Francisco entre alm&s extáticas, provechosas a la Iglesia, 187; que la oveja que tenía San Francisco saludaba balando a la Virgen en la Porciúncula y, al alzar, adoraba el Sacramento, según San Buenaventura y Surio, 254; quién sois vos y quién soy yo, tema de meditación de San Francisco, 265; al expirar decía el salmo 41, Voce mea, 294; aconseja a sus frailes que trnigan el nombre de Jesús en el corazón y en la boca, 306; la reina Margarita, de España, «se fue a descansar víspera del glorioso San Francisco, a los 3 de octubre de este año de 1611», 345; la Virgen con las cinco llagas en su alma, mejor que San Frnncisco en su cuerpo, 348; las llagas, señal de la unión interior de San Francisco con Cristo, 427. En el tomo III, Burgos, 1933: San Francisco y sus primeros compañeros pasaron a predicar la fe a tierra de moros, p. 13; San Francisco fundó la religión con la sangre de sus compañeros que pasaron al Soldán, 20; San Francisco nació en una caballeriza, 182; tuvo revelaciones y visiones, 257; San Fran– cisco y la compasión de la pasión, 265; vaticinio de las llagas, 498.
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