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502 ANSELMO DE LEGARDA de más de treinta versos dirigidos al hermano Francisco. Todo fue bien al principio en el convento y en el pueblo. Mas empecé a ver que en todas las casas estaban la Envidia, la Saña, la Ira, y en todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira. Hermanos a hermanos hacían la guerra, perdían los débiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen día todos me dieron de palos. Me vieron humilde, lamía las manos y los pies. Seguía tus sagradas leyes, todas las criaturas eran mis hermanos: los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos. Y así me apalearon y me echaron fuera ... Aleaba el lobo con un ruego al santo: Déjame en el monte, déjame en el risco, déjame existir en mi libertad, vete a tu convento, hermano Francisco, sigue tu camino y tu santidad. San Francisco, como en la tragedia clásica sin solución en lo humano, acude a lo divino. El santo de Asís no le dijo nada. Le miró con una profunda mirada, y partió con lágrimas y con desconsuelos, y habló al Dios eterno con su corazón El viento del bosque llevó su oración, que era: Padre nuestro, que estás en los cielos... Entre las bellezas del poema nos descubre el poeta su amargo concepto de la vida y del hombre, un pesimismo propio del barroco. Damieta El que, según ese relato, quiso poner en paz al lobo con los habitantes amedrentados, intentó hacer lo propio entre los cristianos y el Islam con su viaje a Egipto. Montesino en sus coplas 94 no llega a reflejar cabal– mente los fines que se propuso el santo. Sólo nos habla de cómo San Francisco fue a tomar martirio: 94 BAE 35, 432.

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