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492 ANSELMO DE LEGARDA A pie A San Francisco se lo figuraban los escritores como a los franciscanos que recorrían los caminos de la península y de ultramar. Lope de Vega 52 enumera a los que llegan cabalgando o en coche, «fuera de los que vinieron como manda la regla del Seráfico». H. de Luna, en su Lazarillo • 53 da muestras de conocer la prohibición: «Y yo a caballo en la mula de San Francisco me dirigí a Valladolid». Jerónimo de Alcalá 54 le hace decir al protagonista: «Salí de Toledo para Madrid con harto poco dinero y a pie; que siempre en esto fui gran discípulo del seráfico padre San Francisco, aunque contra mi voluntad». Una y otra vez repite luego el rodeo: «Como tan devoto del padre San Francisco, soy mal jinete de a caballo y, por ahorrarme de costa, véngo– me a pie... Dejé la ciudad y, subiendo en el caballito del seráfico padre, tomé el camino de Orihuela». Eugenio de Salazar, en una de sus cartas 55 describe los posibles en– cuentros por los caminos: «Alcanzáis dos frailes franciscos con sus bor– dones en la mano y sus faldas en las cintas, caminando en el asnillo del seráfico, que os saludan con un Deo gracias». En La vida y hechos de Estebanillo González 5 '6 nos dice el autor: «Mandaron a mi tercio que marchase a los Países Bajos, cuya nueva me dejó sin aliento, por ser camino tan largo y que lo habíamos de caminar en mulas de San Francisco». Quiñones de Benavente • 57 contrapone: ¡Dilín, dilín, dilín! A caballo va San Martín ¡He, he, he! Y el señor San Francisco a pie. Gonzalo Correas 58 explica que se dice en la mula de San Francisco cuando uno camina a pie. Y Sebastián de Covarrubias 59 amplía la expli- 5:2 Epistolario, t. III, Madrid, 1941, p. 295. 53 BAE 3, 121. s-4 El donado hablador, BAE 18, págs. 509-510, 545 y 579. ,o, BAE 62, 295, 516 Cap. III, CCL 108 (1934) 143. 57 Entremés de Los sacristanes burlados, NBAE 18, 618. 58 Vocabulario de refranes, págs. 194 y 329. 5" Tesoro..., s.v. bordón.
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