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490 ANSELMO DE LEGARDA sangriento en el convento de San Francisco de Barcelona. Alfonso de Valdés 4 .3 presenta a los interlocutores en la iglesia de San Francisco de Valladolid. Al final, el portero les advierte que la iglesia no se hizo para parlar, sino para rezar, y les invita a salirse afuera. Les amenaza con dejarlos encerrados como no quieran salir. El Arcidiano responde: «Gentil cortesía sería esa; a lo menos no os lo manda así San Francisco». A lo que el portero replica: «No me curo de Io que manda San Francisco» • 14 • El Duque de Rivas 45 sitúa parte de la acción en las inmediaciones de un convento de franciscanos. El guardián confiesa que, aunque indig– no, gobierna aquella casa «en el santo nombre de mi padre San Fran– cisco». A doña Leonor se le avisa que vestirá el sayal de San Francisco. El convento se denomina de los Angeles. El protagonista, don Alvaro, aparece en una celda, vestido de fraile franciscano. El hermano Melitón exclama: «Mi gran padre San Francisco me valga». Además, hubo cierto número de escritores y no sé cuantos lectores que dieron por hecho un asendereado viaje de Francisco por diversos puntos de España, de donde nacía una mayor familiaridad con el santo. En la comedia El Rey don Pedro en Madrid, y el Infanzón de Illescas 46 la Sombra le dice al Rey: Llega, si quieres saberlo, y en el brocal de este pozo que está arrimado a este templo, venerable como humilde, glorioso como pequeño, por habelle edificado Santo Domingo, asistiendo el seráfico Francisco a su fábrica, podemos sentarnos... 47 • 43 Diálogo de las cosas ocurridas en Roma, CCL 89 (1928) 223. ·44 El mismo Alfonso de VALDÉS, en el proemio de su Diálogo de Mercurio y Carón, CCL 96 (1929) 4, menciona al casado y al fraile de San Francisco que suben al cielo. Y más adelante, p. 175, en la barca de Carón alega uno «que los frailes de San Fran– cisco siempre solemos preceder a los dominicos». .,, Don Alvaro, o la fuerza del sino, BAE 101, págs. 325, 328, 351, 356 y 359. •4'6 BAE 5, 608. •47 Sobre la paternidad de esa obra, de Lope, aunque incluida entre las de Tirso, véase M. MENÉNDEZ Y PELAYO, BAE 211, 136 SS. MORETO, El valiente justiciero, BAE 39, 348, copia esa misma exhortación de la Sombra al Rey.

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