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16 P. ANSELMO DE LEGARDA nativo para desempeñar tan indispensable y necesario cargo"... Te– nían que coadyuvar igualmente al auxilio y asistencia de los en– fermos y moribundos siempre que los curas o regentes se hallasen legítimamente ocupados en el desempeño de semejantes ministerios. La orden termh¡aba con una disposición delicada : "Y así mismo los propios curas o regentes reconocerán cada seis meses las licen– cias que obtengan los ministros de su pueblo o distrito y, Iio sien– do nuestras después de la extinción o supresión de conventos, o siendo finadas, se recojan y se dirijan in.formando sobre las cua– lidades de las personas, sin permitir su uso en ninguna otra for– ma". Disposición delicada, primero porque, a pesar del rigor del de– creto del 18 de agos·to sobre la residencia en su pueblo natal, se comprueba que fue notable y duradero el trasiego de frailes; y, en segundo lugar, porque había zonas alejadas de la ciudad de Zaragoza, con escaso influjo del ejército francés, zonas para las que extendía licencias don Pedro Valero, antiguo gobernador ecle– siástico, ausente, huido de Zaragoza. Durante dos años se prolongó allí una situación anómala, con vaivenes de jurisdicción. La preocupación por las confesiones alcanzó a los mismos fran-– ceses del hospital militar, según refiere don Ramón Segura (17): "Luego que el Sr. Obispo supo que se hallaban sin asistencia es– piritual, encargó al racionero Marco, que hablaba perfectamente el francés, fuese de cuando en cuando a administrar el sacramento de la penitellcia a los que le deseasen. Mas como tan apenas po– día verificarlo, pcr hallarse de intérprete en casa del Comandante de la Plaza, habiéndoseme proporcionado el P. Joaquín Carni.cer de Alcañiz y su compañero el P. Mariano de Castelserás, ambos agonizantes, cerciorado de su ciencia, virtud y dulzura, les solicité del Sr. Obispo las licencias, y del Mariscal [Suchet], que se les diese habitación y raciones en el hospital militar. Es indecible de qué manera ,se granjearo11 la voluntad y confianza de los enfermos, de los moribundos y de los que expiraron en sus brazos después de recibidos los sacramentos. Y, aunque· no pueden las criaturas· me– dir el bien espiritual que resultaba, los religiosos rebosaban de (17) <;arta..., pp. 9!MOO.

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