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208 ANSELMO DE LEGARDA nuar donde están y "no bajar". Y posteriormente, el 4 de octubre inmediato (DDC), a pesar de las órdenes recihid¡ts para restituirse a su convento, prolongan su estancia en Torre del Compte alegan– do motivos de salud. En cambio, otra hermana de esa comunidad de dominicas, sor Norberta Taribo, el 18 de setiembre de 1810 (DDC) escribía desde Santalinya y manifestaba que ansiaba volver a abrazar a sus hermanas .en Alcañiz. De ese mismo convento el 20 de setiembre de 1811 (DDC) le llegaban al Auxiliar informes poco consoladores : las máximas de insubordinación bebidas en el siglo asomaban ahora que se habían reunido de nuevo en la casa religiosa. V aldealgorfa.- Parte del éxodo de las clarisas de Valdeal– gorfa conocemos por una solicitud de licencia para celebrar. La eleva el franciscano Andrés Pallarés y recuerda el 4 de noviembre de 1811 (DDC) "que hallándose de confesor de las religiosas de Valdealgorfa, las acompañó en su emigración al convento de Hor– ta, desde donde se pasó al de Jesús de Tortosa"... Ramón Segu– ra (44) nos dice de estas religiosas de su parroquia : "Las clarisas me merecían mucha estimación porque aquel convento es funda– ción de uno de mis predecesores y porque sus prendas religiosas y personales me hacían esperar que algún día entrarían en el pen– samiento que hacía ya mucho tiempo les sugería, de encargarse de la educación y enseñanza de las niñas, por cuyo medio les había yo ofrecido responder de su conservación a perpetuidad". Refiere que algunos echaban a mala parte su celo y así, cuando mandó al hermano donado, Jerónimo Blasco, con cartas para las comunida– des religiosas que se hallaban en Horta y en Villalha, interpreta– ron siniestramente sus intenciones, diciendo que "llevar las religio– sas a donde estaban los franceses, era llevar las margaritas a los puercos y las ovejas a los lobos". Denunciaron al donado como fa– cineroso y portador de pliegos subversivos, leídos en pública plaza. La tropa española salió en persecución del donado, lo atrapó y a punto estuvo de fusilarlo. Como otras religiosas, deb_ieron de vol– ver a los pocos meses a Valdealgorfa, pues, entre los testimonios del juram~nto de fidelidad de fines de 1809 y principios de 1810, (44) Carta, págs. 68-7-0.
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