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F. de Mendoza.-EL ORNATO ARQUITECTÓNICO DE EsTÍBALlZ 5 los navarros. Estas riñas de vecinos, a pesar de paces concordadas muchas veces, mantenían al país en perpetua alarma, y por lo mismo ,cayó muy mal en Navarra la noticia de que los guipuzcoanos inten– taban hacer cerca de Ataun una bastida fortísima (1). Y básta esto acerca de las construcciones en madera. Entre la idea y su ejecución, ·notemos la trasformación en Estí– baliz operada.. El inspirador, mÓnje o no monje~ da su plan; acaso muy meditado, después de volver y revolver la Biblia, los santos Padres y otros comentadores en boga de los libros santos. El artista se esfuerza en recordar lo qúe acaban de decirle y trata de asimi– lárselo lo mejor que puede. Después tantea, rebusca en sucios papeles notas gráficas, que son recuerdo de lo que ha visto en otros monu– mentos, fantasmagorías de sus ratos de ocio, rápidos perfiles de cosas y actitudes notadas. Las ideas inculcadas van poco a poco perdiendo -su fuerza primitiva y se trasforman a medida que él las encaja en sus propios moldes. Y sin otra preparación a la piedra. Donde el cincel va copiando ineptamente· las vivas imágenes gra– badas en el interior del espíritu. Bien ve el buen hombre que la labor visible necesita · retoque, acentuación, modificación acaso notable; mas si lo intenta y la mano se resiste o no consigue que le obedezca plenamente? Y lo peor es que, terminada la obra, el fiscal arruga el entrecejo: no· era aquello lo que él había propuesto. Mas ya no tiene remedio. Sin embargo, al volver la vista, aunque un poco humillado el artífice, nota que sus obras le sonríen y reconocen como a padre. El inspirador pretendía que se grabasen en piedra sus ideas; la mario de su socio no supo trazar sino algunas vibraciones del propio sen– timiento. Y el hombre del siglo xx, después de escuchar distraído al maestro en teología, estrecha con calor la mano del humilde pica– pedrero. I 11 Qué viene a ser el santuario En el interior, una nave de dimensiones corrientes, que corta otra de crucero, al cual convergen los ábsides semicirculares. La orientación es la tradicional en iglesias de esta época y no hay no- (1) Reg. tom. r3, fols. 3z v. y 159,

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