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F. de Mendoza.-EL ORNATO ARQUITECTÓNICO DE EsTÍBALIZ 3 minando el santuario, después de postrarnos un momento a los pies de la que todo lo llena, y es allí, y en el corazón de los que allí la buscan, reina y madre, de misericordia y de amor. Puesto que la obra de arte es, no sólo el ornato del país, sino un habla constante de los que nos precedieron, veamos qué nos dicen los que piedra sobre piedra levantaron estos muros. ¿Serán capaces de hacernos entender algo de su noble idealismo, gustando así la delicada poesía que alimentaba su espíritu? II Antecedentes Antes de dibujar el cuadro hemos colocado el marco. Y acaso hemos procedido con lógica, ya que la vista de éste nos prepara y convida a fijar la atención necesaria en la obra cuyo análisis inten– tamos. El santuario de Estíbaliz no tiene origen conocido y se pierde en lejanías que la historia no puede iluminar debidamente. Se da como cierto que en 1064 pasó por donación uno de los altares a poder del monasterio de San Millán. El cual tal vez era ya dueño de lo restante del santuario. Propiedad de monjes, es lógico pensar que a ellos se debe la fábrica en pie, siendo el edificio mismo, por su idea y ejecución, que suponen no sólo adelantos constructivos, sino también gran saber teológico y escriturario, una confirmación indi– recta de la intervención monacal. Acaso nada queda del primitivo edificio, es decir,• de la cons– trucción entregada a los monjes. Probablemente fué muy humilde y nada tiene de extraño suponer que la madera desempeñaba el principal papel. A mi modo de ver debía de ser de madera en aquel tiempo la mayoría de los pobres oratorios de nuestro país, rico en arbolado. Porque los recursos de aquellas gentes no eran tampoco sobrados y las cosas se desenvolvían en una inseguridad grande. Puede además preguntarse qué estabilidad de lugar había en la comarca. En tales condiciones es "fácil de explicar la inexperiencia entonces en el laboreo de la piedra y la consiguiente carencia hoy de construcciones propias de la era prerrománica. Desconociendo casi enteramente nuestra historia y tradiciones en el primer milenario cristiano, tenemos que atenernos a conje-

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