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F. de Mendoza.-EL ORNATO ARQUITECTÓNICO .DE ESTÍBALIZ 29 le era posible. La imitación servil, el mecanismo del oficio quedan para los que hacen jueces de estas cosas a los ojos de la cara y las emplean como los demás, porque así lo hacen los demás. Los que tienen abiertos los ojos del espíritu saben discernir lo que viene al caso, eligen las cosas donde más a mano las hallan, las trasforman y adaptan cuidadosamente y. les imprimen su sello de fábrica. Se dirá de ºellos que sufren la influencia de otros (no puede menos ·de ser así); pero al lado de los elementos ajenos campearán sus notas individuales. Si el gusto decorativo es parecido en l<!,S dos obras de que hablamos, difieren en lo demás notablemente. Compárese, por ejemplo, el modelado infantil del crucificado con la acusación en Estíbaliz de· las articulaciones más principales de las figuras, lo mismo al desnudo que bajo el vestido. En Estíbaliz las manos y pies saben hacer su oficio, a veces hasta con gracia: en el Cristo de León están muy lejos de tales efectos. Pero estas concomitancias decorativas nos dicen claramente que si en la cruz es cierta la in– fluencia árabe, es lógico anotarla también en Estíbaliz, atenuada, indirecta sin duda, pero manifiesta en el modo de entender el ornato y en más de un detalle. • No sería buen criterio para apreciar debidamente influencias forasteras. limitarse ·a seguir cronológicamente el empleo de un adorno. Se necesita conocer además el modo de servirse de él, y sobre todo, como ya hemos dicho, penetrar en el espíritu· que pre– sidió a las obras sujetas a comparación. Cables trenzados y molduras funiformes, aunque de un uso no tan generalizado como el de acanto, las palmetas o la flor de loto, no caracterizan de por sí el gusto de un pueblo. Ni siquiera la labor de cestería, de empleo más restrin– gido, nos permite afirmar gran cosa. La vemos empleada en los primeros siglos del cristianismo. La heredó .el arte prerrománico, y de ello tenemos más de una muestra en la iglesia de San Jorge de Valpolicella, cerca de Verona, que corresponde al siglo VIII. Y no es sólo de la primera o segunda época lombarda, sino que se ve pro– hijada por los mozárabes. El hallarla en Estíbaliz no es pues cosa que pueda admirar. · A título comparativo agrego unas cuantas reproducciones, que supongo no desagradarán a los estudiosos. La primera (fig. 15) es un capitel del Museo. de Barcelona, rudo, reducido a su mínima expresión en fuerza de simplificación. El efecto.no obstante es bueno. En el segundo, del mismo Museo (fig. 16) la labor del primero ha perdido su carácter y se ha convertido en vástagos estHizados que

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