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El ornato . , . arqu1 tecton1co de Estíbaliz Desde arriba Si los que levantaron la basílica de Estíbaliz hubieran hecho cosa grandiosa, diríamos: Bien pensado; a pedestal grande, gran estatua. No fué así. Y la mole imponente que hubiera lucido sus bellas formas, elevadas de la tierra entre el boscaje severo y recor– tadas en el azul del firmamento, a la vista de tantos pueblos sen– tados en derredor del monte, no ha sido bañada por la luz del sol, ni ha recibido la caricia de unos ojos. La ingente construcción de piedra, visible de lejos, en la gallardía de la línea y el aplomo de la rrfsa, con el majestuoso efecto de la altura y del relieve, es ... una modesta iglesia. Los que la hicieron no soñaron en la conquista del espacio y dejaron a un lado, como obra de lujo, las extensas líneas, las torres, las agujas de piedra. Estaban calculadas las formas de expresión y embellecimiento al alcance, no de los deseos, sino de los escasos medios de que disponían los iniciadores. Pero a falta de grande quisieron hacer obra bella. Bella con la sencillez de las flores, que no pueden costearse los multicolores vestidos fabricados en Oriente ni los necesitan. Desconfío a primera vista de los impresos que llenan miles de páginas. ¿ Es posible que todo eso sea interesante? Lo bueno que hay ¿no quedará ahogado en la inepcia y la palabrería? ¿Podrán reinar ahí el orden y buen método? Me dan miedo los edificios enor– mes. ¿Qué cobijarán capaz de llenar la soledad del espíritu entre la rigidez y frialdad de la pura línea o la multipliddad del inade– cuado adorno? ¿Tánto abunda lo bello? ¡Qué difícil es hermanar lo bello y lo grande! La basílica de Estíbaliz no busca deslumbrar al espectador y se presenta sencilla y noblemente ataviada.

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