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F.. de Mendoza..-EL ORNATO ARQUITECTÓNICO DE EsTÍBALIZ 21 la malicia que se les supone. Si esta joven de abajo tiene la diafa– nidad de pensamiento, <<el aire sencillo, aquel agrado, que va diciendo a todo el que lo advierte: yo sí que estoy contenta con mi suerte.>> (Fig. 10.)-Si el de más arriba (Fig. 11) es tan infantil como un niño de diez años, juguetón y travieso, que deja la escuela por los nidos. -Los pensamientos graves del siguiente (Fig. 12) parecen reducirse a resolver el problema de una buena merienda sin dinero, que no posee. La cara parece brumosa, mas el gesto y el ánimo son serenos. -El que escancia el vino (Fig. 13), el único que trabaja, tiene su punta de socarrón y tienta las cosquillas del bebedor, míen.. tras por otro lado se burla acaso de las debilidades humanas ante el licor del padre Noé. -El otro compañero de cara gordinflona (Fig. 14, parte baja), entretenido en sus juegos gimnásticos, inter– pela a no sé quien, a propósito de un objeto que tiene en la mano izquierda. Ni veo que pise uvas, ni aparece el tórcular citado en el texto aducido por el P. Pinedo. Quienes pisan racimos y hacen vino son, por ejemplo, los que se ven en San Marcos de Venecia o en la puerta Norte de Ujué (Navarra). ¿ Es esto decir que no hay aquí sino un capricho de la imagi– nación, algo semeJ ante a los grutescos que pusieron después en moda los artistas del Renacimiento? En modo alguno. Su carácter simbólico es patente. Pero ya vamos viendo que con frecuencia es difícil leer símbolos. Que por otra parte pueden llevar un significado muy distinto del que a primera vista les atribuimos. Al león le damos a manos llenas fortaleza, generosidad, nobleza, valor. Por ello simboliza la realeza. En las Escrituras desempeña su magnífico papel y con el cordero tiene el altísimo honor de representar la persona de Jesús. Con la diferencia de que el uno nos recuerda su humildad y mansedumbre, el otro su dominación universal. Manso como un cordero que sin exhalar un balido se deja despojar de su lana y es llevado al ma– tadero (Isaías), Jesús es fuerte, es señor, es el león de Judá vencedor de sus eternos enemigos ( Vicit leo de tribu Juda). Pensamiento reco– gido en un canto gráfico de alto lirismo por uno de nuestros mo– numentos: el de Armentia. No obstante, representa alguna vez al diablo, <<león rugiente que da vueltas alrededor del que trata de devoran> según nos dice San Pedro. Y no es maravilla, reuniendo
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