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20 F. de Mendoza.-EL ORNATO ARQUITECTÓNICO DE EsTÍBALIZ o la trabazón es muy débil. Me desagrada además hacer crítica ne– gativa y haber de advertir a otros que no es firme el terreno que pisamos. Digamos en primer lugar que no todo adorno de aquel tiempo lleva significación simbólica. Es frecuentemente adorno y nada más que adorno. En Armentia, donde campea un alto pensamiento lírico, en nuestras humildes iglesias de aldea, el acanto, que como simple adorno era empleado de griegos y romanos, continuó con más o menos fortuna en su oficio de tal. Analícense ciertos ornatos como quiera y se llegará a la misma conclusión. Los puntitos per– lados, que llevan las hojas y vástagos por herencia bizantina, no tienen en Estíbaliz otra significación que la labor de cestería en unas columnas o las flores cuadrifolias alternando con las perlas en las restantes. En el uso de hoy, valga la paridad, si la rosa tiene también su simbolismo popular, ni se acuerda de él la andaluza que se la prende al cabello, ni la señora que la ostenta en sus salones. Más aún: tan arbitraria como es en muchos casos la ejecución, del adorno en la flora, lo es también en la fauna y ocasionalmente hasta en la figura humana: juego del artista, necesidad de llenar un espacio, apariencia de riqueza ornamental. Lo es hoy y lo fué ayer: en Siria y en el Japón, en el arte maya y en el arte griego, en arquitectura escandinava y en arquitectura alavesa. Digo en muchos casos, no en todos. No parece que San Bernardo, que algo sabía de esto, viera muy claro el simbolismo de ciertas alimañas que habían osado apropiarse honorífico lugar en el templo. Cuando menos no tomó en serio el trascendental papel, que a veces se les atribuye, al intentar limpiar la casa de Dios de tales bichos. Su famosa diatriba contra ellos no es otra cosa que una barre– dera manejada por enérgicas manos. Las figuritas de las bandas, tan frescas, tan ingenuas ¿qué nos cuentan? Dos hay con aspecto grave, en papel litúrgico, si vale la expresión: ias que están en lo alto. De una, la de la izquierda, no hay duda que representa a Jesús predicando o bendiciendo. La otra no sé quien es con certeza; acaso un profeta, acaso... Después hablaremos. Nótese que ocupa un lugar de parecida importancia a la del Salvador. Este, que debía aparecer en el tímpano, ha bus– cado un lugar aislado y desde allí, como de una cátedra, habla a los que se acercan. Las restantes figuras más están en la puerta para divertirse que para inspirar sentimientos serios. Y cuánto me cuesta atribuirles

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