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10 F. de lVIendoza.-EL ORNATO ARQUITECTÓNICO DE EsTÍBALIZ les pedía otra cosa. Eran más bien los escribas de un texto precioso que los miniadores que lo ilustraban. Esta falta de pretensiones pone de manifiesto en sus obras una cualidad inestimable: la espon– taneidad de la expresión. Cuanto lo consiente, claro está, la indocta mano, que lucha con toda suerte de dificultades. Las figuritas que se deslizan por los entrelazos de las jambas nos dicen la simpatía con que han sido trazadas y el placer de la ejecución. Tal vez no toman muy en serio su serio papel. ¿No se diría de alguna de ellas que estaba haciendo piruetas o un paso de comedia? ¿Indicará todo esto incomprensión en el artista, falta de compenetración con su asunto, sugerido casi siempre; infanti– lidad; exuberancia de buen humor? Acaso. En su movimiento a lo alto, palpitantes de vida, comunican a la puerta animación, ligereza y una cierta fuerza ascencional. Que estas figuritas, que tan inocentemente y como jugando desempeñan su papel, representan un adelanto en la estatuaria decorativa del tiempo,- no lo negará quien conozca lo que en otras partes se hacía. Saben ver, saben moverse, saben servirse de las manos, saben vestir. Casi casi sab~n ya pisar: una novedad. Por lo demás libertad absoluta en la elección de canon de proporciones. Observémoslas en sus diversos movimientos. Están trazadas con una rapidez que denota en su autor certera visión y cierta habi– lidad de traslado. El saber ver es. de pocos; el fijar esos fugitivos cambios, que son la expresión de la vida, es la obra de quien tiene su mano amaestrada y señoreada por la despierta fantasía. Son estas graciosas figuras el principal adorno de la puerta, los niños de la casa, las flores del jardín, el río de la llanura. Es difícil comu– nicar a la imagen ese agrado, ese infantilismo y ausencia de malicia, la inconsciencia de la acción, esa frescura: de impresión y la natu– ralidad seductora. Si alguna vez los hallais en la obra de arte, echad las campanas a vuelo. Pero atento a indicar el movimiento, cuida poco el artífice del modelado, de la proporción de partes y de la belleza de forma. Hasta qué punto sacrifica la forma en obsequio de la idea, puede verse . en el personaje que está en lo alto de la banda derecha y se dirige a nosotros señalando con el índice un objeto. El dedo aquel ha cre– cido más que un sarmiento en Mayo y produce la impresión de que con el tiempo tendrá un mayor desarrollo. La Anunciación que se ve a derecha tiene carácter distinto. Acaso tengan razón los que la suponen de época anterior. Creo sin
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