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DIONISIO PRECIADO No es correcta, si limitamos el solfeo a una simple ortografía y lectura musi– cal. El solfeo, hoy día , debe ser algo más. Desde una lectura fonéticamente correcta, como la puede hacer un niño que ha aprendido a leer, hasta otra lectura artística, bien entonada y declamada de un buen recitador, hay mucha diferencia. Para leer una composición literaria, una poesía, con la debida entonación, de forma que resulte una lectura no sólo correcta, sino bella, se necesita algo más que ortografía y morfología. Hay que saber sintaxis gramatical y decla– mación. Paralelamente, para leer la música, para solfear no sólo correcta– mente, sino bellamente, musicalmente, hay que hacer algo más que «solfearn, algo más que dar a cada nota su entonación y ritmo debidos. Hay que cono– cer la sintaxis musical, es decir, algo de análisis musical: la subdivisión de frases, períodos, cadencias, etc. Hay que conocer musicalmente la pieza que se solfea. Por eso, un buen método de solfeo o, mejor, un solfeo metódico, debe ser la conjunción progresiva y pedagógica de la teoría y la práctica del solfeo, en el sentido explicado. Un buen método de solfeo debe enseñar al alumno, no sólo la lectura correcta de la música, sino también la lectura bella de la música. Con ello, no quiere decir que todo método de solfeo deba ser un método de canto. Pero, sí debe contener principios generales de esta materia. Aquel método de solfeo que conjunte mejor los requisitos señalados será el método ideal. Ni teoría sin práctica ni práctica sin teoría. ~i lectura rítmica sin entonación ni entonación sin buen ritmo. No soy muy partidario de los métodos de solfeo rítmico. Creo que cada lección de solfeo o trozo musical que se quiera aprender, debe ser antes objeto de este ejercicio -solfeado rít– micamente primero-. Asegurado el ritmo, sobre él vendrá la melodía. Por último, estudiar la musicalidad del conjunto. Para que un método de solfeo resulte pedagógico, no pesado y latoso, debe ser progresivo y de gran calidad rítmico-melódica. No es necesario que el autor del solfeo sea el autor de todas las melodías que aparecen en el tratado -sobre todo, si éste está concebido en forma de varios cursos aca– démicos-. Se puede echar mano de melodías de otros autores. Y, sobre todo, no se debe olvidar de recurrir a la cantera popular, sobre todo, para los primeros cursos. Si las melodías son de diferentes regiones y países, mejor que mejor. No hay que olvidar que el solfeo, así entendido, es -debe ser- la asignatura básica de todo músico, tanto instrumentista como compositor o cantante. Más diré. La práctica del solfeo debe ser el pan cotidiano de todo profesional de la música. Habrá pasajes de escritura musical difíciles, que se resistan a los primeros intentos. Para adueñarse de ellos, habrá que desmenu– zarlos rítmica y musicalmente. Es decir, habrá que recurrir al solfeo. El solfeo, 230

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