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SIMBIOSIS SERAFICA: DONOSTIA-RIEZU Terminadas las obras musicales, ya se encargarían otras editoras de su obra literaria y folklórica, porque sospechaba que estos temas tendrían futuro comercial. En el camerino de los escenarios de entre bastidores de una sala de Opera Entre tanto, no dejaba de ayudar a unos y otros; publicadas sus últimas traducciones en la ELE de la Ciudad Condal, encontró tiempo para responde- a la llamada del bueno del Señor Urmeneta, Director de la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, y preparó como homenaje a su aniversario fundacional la obra Viejas Canciones Vascas de Navarra (n.º 25 del catálogo), con comentarios y traducciones muy sabrosos. Más tarde, con motivo de su admisión como mienbro de la Real Sociedad Bascongada de Jl..migos del País, presentó al público donostiarrra en la sala de cultura de la Caja de Ahorros Municipal, el día 3 de junio de 1980, un tomito lleno de sencillez e intimidad: Cartas al Padre Donostia (n.º 27 del catálo– go); se trataba del "pontífice del folklore popular que reparte el encanto escondido en el alma vasca", en frase del P. lratzeder. Allí tuvo que exponer en público algo de su vida el Padre Riezu, pero, como siempre sabía hacerlo con refinada diplomacia, inmediatamente se des– viaba hacia su simbiótico Padre Donostia. Intromisión gratamente extraña en la Casona del Buen Retiro Don Pablo Bilbao Arístegui, ejemp ar sacerdote bilbaíno, tuvo la feliz idea de enviar al Colegio de Lecároz a un joven, simple mecánico en apariencia de una de las florecientes in– dustrias de Galdácano; había recogido cuanto le fue posible sobre un instrumento musical popular vasco, La Alboka, y no sabía qué hacer con todo ello; sabía mucho de máquinas, pero de escribir... Y el sacerdote ejemplar, de los sinceros amigos del dúo Donostia-Riezu, le envió sin aviso alguno previo "ál Colegio de Lecároz, en Navarra, cerca de Elizondo, en busca de un religioso capuchino"; en concreto era el Padre Riezu. ¡Gran sorpresa para los dos! ¡Primera vez que el joven del duranguesado llegaba a tierras del Baztán!; pronto dio con el Padre indicado por Don Pablo, e inmediatamente se estableció entre ambos una corriente de simpatía que barrió por completo los nubarrones que ensombrecían la mente del joven: ¡un convento de frailes para mí en estos años de 1970 ó 72! Fruto de una larga serie de encuentros, aprovechando vacaciones y días especiales que la empresa le proporcionaba, fue la publicaclón n.º 26 del catálogo final: BARRENECHEA, José Mariano. -Alboka. Entorno folklórico. El mismo Don Pablo pudo dar con parte del capi– tal necesario para una humilde edición, y en 1976 salía al público esta obra, única en su gé– nero en la literatura folklórica musical. Pero lo principal es que aquí aprendió Mariano el arte de escribir, y despwés, sin la necesaria ayuda de nadie, fue preparando nuevas publicacio– nes, para revistas e incluso para algún folleto nuevo que completaba al primero. También aquí enraizó profundamente la aparente "severa" figura del Padre lnza con el bueno de Barrenechea, y llevó allí a su padre y a su hermana, porque la "Casona del Buen Retiro" era precisamente eso: lugar de trabajo, de acogimiento y de paz. Se nos fue sin resolver el enigma Terminada la edición de las obras musicales, le esparaba la obra literaria y el cancionero. Se nos fue sin resolver cómo titular esta nueva colección de la obra del Padre Donostia. Él las intituló "obras completas", pero a n2.die satisfizo el dorado n::Jmbre que grabó en los pri– meros volúmenes aparecidos en 1983 y 1985; comprendían la parte literaria dejada por el Padre José Antonio, pero acontinuación quería incluir la parte musical del cancionero, donde 317
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