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SIMBICSIS SERAFICA: DONOSTIA-RIEZU Se trataba de un piadoso soneto que él había compuesto, seguramente como oración personal, porque es tradición de que su facilidad versificadora le hacía orar muchas veces en verso; dice así: Atraviesa, Jesús, mi luz y guía, del corazón la médula y entraña con aquel dardo que tu sangre baña después de que acabara tu a!;onía. Derrite con tu amor mi mente fría y de raíz arranca la cizaña; purifica el veneno que me daña y me roba tu dulce compañía. Vísteme de tu luz y tu hermosura, déjame con tu cáliz embriagado, sáciame con tu pan hasta la h3rtura y viva en Ti, Cordero lnmacu ado, en un festín de celestial dulzura que el Amor con su amor ha preparado. A los pocos meses se celebraba el cumpleaños del poeta, Padre Dositeo, y el Padre Donostia le obsequió con suma sencillez con otro rollo de papel de mayor tamaño, sujeto con un lazo de variados colores, diciéndole: "Tenga, Padre Dositeo, para que lo cante". Y así surgió una hermosa composición polifónica que se publicó en el volumen tercero de las Obras Musicales del Padre Donostia, con el número 64, poco antes de la obra musical polifó– nica, con letra de nuestro clásico José de Valdivielso; la obra de este clásico de nuestra len– gua, "Vientecico murmurador", fue inc·ustada por H. Ghéon en las ilustraciones musicales de la obra teatral que este autor preparó con motivo del centena·io de la muerte de San Fran– cisco; es una de las obritas publicadas separadamente de la magna obra, todavía inédita, en París en 1927 por la editorial Max Esching y Cía. Así entendía el Padre Donostia su servicio a los demás; el don que Dios le dio, era para todos y de forma gratuita y desinteresada; se puede suponer con este ejemplo que el conjun– to de composiciones musicales que fue dejando en diferentes lugares que visitó, como obse– quio al recibimiento y como efecto de una inspiración momentánea ante un paisaje o ante una letra inspirada en la lírica clásica de nuestro romancero, fue enorme. "Los compositores necesitamos, para inspirarnos, de buenas letras", me decía en Salamanca otro artista de la pluma del pentagrama, Don Aníbal Sánchez Fraile, entusiasta admirador del Padre Donostia; con él confraternicé en mis años universitarios salmantinos. Ante un panorama así, sólo el tesón y la claridad de ideas del Padre Jorge fueron capa– ces de recurrir al correo, "pocas veces contestado", al teléfono y a la visita personal, como método más efectivo de todos; y revolviendo cielo y tierra se fue haciendo con la mayor parte de los originales o de alguna de sus copias o de alguna edición Jrivada con que con frecuen– cia le obsequiaba alguno de sus amigos. Fui testigo del ímprobo trabajo que supuso la catalogación de tan variados temas musi– cales, musicológicos y antropológicos, para proyectar un futuro claro y obscuro a la vez; cla– ro, como permanencia de semejante obra folklórica y musical, y obscuro, por las dificultades económicas que desde el principio fueron surgiendo. Se preparó un amplio local en el vetus- 315

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