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P VIDAL PEREZ DE VILLARREAL suyo; uno de éstos era E. Cools y otro, Jean-Pierre Altermann (1892-1959). Israelita de origen y educación, vio la luz del evangelio de Cristo el año 1917 en Santo Domingo de Silos (Bur– gos); regresó a París, se bautizó en 1919 y se ordenó de sacerdote en 1925. Deseoso de co– municar la gracia recibida a cuantos hombres de buena voluntad viven en esta tierra de promisión, fundó la Maison d'Ananie (la Casa de Ananías), donde ofreció refugio e instruc– ción religiosa a cuantos se veían con necesidad de paz interior; se reunieron allí infinidad de artistas de todo género: musical, literario, filosófico; escultores, arquitectos, pintores...etc. La madre de Altermann fue la verdadera ambientadora de la sede del converso (se llamaba Valentine); y E. Cools y Altermann, profesores del Padre Donostia, se lo llevaron para que con su sencillez franciscana acabase de llenar de paz aquella mansión espiritual plagada de artistas de todo género (Gilson, Henri Ghéon, Margerite Babayan, Alberto Hemsi, León Alga– zi, ...) Allí se reunía con sus congéneres conversos la escultora Marthe Spitzer (1877-1956); se conocieron la escultora y el músico capuchino en la casa de Ananías, y allí, hacia 1922, posó el Padre José Antonio ante su delicada mano y modeló la Señora Spitzer su busto en escayola, sombreándolo adecuadamente para darle más vida. El Padre Jorge olfateó la direc– ción de esta casa de conversos (Paris, 20. Rue Babet-de-Jouy), y, tras una rápida misiva, reci– bió la respuesta de que seguía funcionando la Casa según el espíritu del Sacerdote Altermann; al mismo tiempo le regalaban el busto del Padre Donostia allí presente; rápidamente organizó un viaje a París y volvió con el gran regalo: hoy preside el pequeño Archivo Padre Donostia de Lecároz. Agradeció de la forma más sincera posible a los actuales directivos de la Casa de Ana– nías (hablo del año 1976 aproximadamente): el sacerdote de Weck y la secretaria Schneider, y sustituyó, como eje central del pequeño archivo-museo un busto tallado en mármol blanco por el capuchino catalán Padre Vera, que no representaba demasiado bien la personalidad del Padre Donostia, por éste de Marthe Spitzer, fallecida como el Padre Donostia en 1956; los dos vivirán las dimensiones de eternidad no einstenianas y habrán acogido al Padre Riezu con el cariño que siempre les unió en la temporalidad de nuestro vivir. ¿Queréis una florecilla franciscana más simpática que ésta? Difícil será dar con ella. ¿Cómo y para quién componía música el Padre Donostia? Con motivo de la enfermedad y muerte del Padre Donostia, visitó "la Casona del Buen Retiro" otro gran artista del pentagrama, del grupo de elite de los Padres Riezu y Donostia: Don Jesús Guridi; "hay que tener el puchero asegurado bajo otro aspecto diferente al mío, para poder componer como lo hizo el Padre Donostía", me lo dijo Don Jesús con sencillez franciscana, casi infantil. Efectivamente: componía cuando se sentía inspirado o en obsequio u homenaje a algún familiar o amigo, sin exigir ni percibir materialmente nada de él; me parece oportuno presen– tar unas líneas de un sabor de rancio franciscanismo medieval: verdadera florecilla del Santo de Asís. Quien no vive de cerca la confraternización de los religiosos, no puede comprender la sinceridad y el humor humano que acompaña a todas sus actividades. Con motivo del cum– pleaños del Padre José Antonio, otro religioso, profesor del Colegio de Lecároz, conocido en religión como Padre Dositeo de Olla, se presentó amediodía, cuando la celebración frater– na es más brillante y sincera, con un folio enrollado y sujeto con una hermosa cinta, diciendo al Padre Donostia entregándoselo con galantería: "Tenga, Padre, para que se enfervorice". 314

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