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P. V!DAL PEREZ DE VILLARREAL Entre tanto, reanudó sus relaciones con la Editorial Litúrgica Española (ELE), de Barcelo– na, y, una llamada telefónica de los editores le hizo trasladarse a la Ciudad Condal; allí le esperaban con proyectos de nuevas traducciones de obras religiosas de vanguardia, proce– dentes de autores alemanes, y les preparó cuidadas ediciones de Romano Guardini y de Karl Adam, además de corregir otras obras preparadas por traductores noveles; entre todos iban perfilando el horizonte del próximo Concilio, sin nadie saberlo. Por desgracia, terminado el Concilio y organizadas las publicaciones de las obras litúrgi– cas en lengua española según las nuevas orientaciones, de forma totalmente diferente a la época preconciliar, quedó la ELE en situación de quiebra y allí estuvo también nuestro Padre Jorge, como si se tratase de una celebración luctuosa y triste que de cerca le concernía: la ELE había desaparecido. Liberado de las clases y de los compromisos con la editorial barcelonesa, toda su activi– dad se centró en el Padre Donostia: rocoger y catalogar todos los materiales de la obra de aquel maestro; libros, notas y apuntes, cartas, objetos personales, anécdotas, ... su historia toda. Queda el órgano de la iglesita del colegio, regalo de sus padres en 1922 y el piano Erhard de 1924; pero esto no es nada; sin apoyos de nadie, sigue la pista de la vida y activida– des de su simbiótico hermano; el tesoro principal que consigue recuperar es su meticuloso diario personal donde el padre José Antonio había ido anotando hasta la hora de sus rezos; estos cuadernos, enmohecidos por el tiempo, y decolorados por la luz, le van a dar pistas seguras para recoger la mayor parte de los originales de las composiciones del Padre Donos– tia; es un diario que prácticamente se inicia en 1920, cerrando su última anotación el día 1 de abril de 1956, pocos meses antes de su muerte. Falta uno de esos cuadernos que hubiera sido de sumo inetrés: uno de los de su estan– cia en Francia durante la dominación alemana; mucho sintió el Padre Jorge su desaparición, porque en él se sospecha que había detalles muy selectos de la actividad apostólica del Pa– dre Donostia en Francia, con exiliados españoles de alta alcurnia y de cualquier credo políti– co (hay base fundamentada, fehaciente, para afirmar que le llamaron para asistir a Don Manuel Azaña en sus últimos días, así como en la participación, junto al Obispo de Toulouse, en la salvación de muchos judíos perseguidos por los nazis); véase sobre este tema el n.º 50 de sus publicaciones, en el homenaje a Don Ignacio Tellechea ldígoras. En el Archivo Padre Do– nostia se conservan unos pequeños medallones en bronce, de corte artístico oriental, con que un grupo de judíos le obsequió al verse libres del terror nazi, gracias a su intervención. El diario le dio pistas seguras para localizar muchos de los originales de sus obras musica– les que iba dejando en el discurrir de su vida, en Francia, en Barcelona, en Pamplona o Zara– goza, en San Sebastián ... porque componía cuando le nacía de su ser, no por contratos con casas discográficas o cineastas, y dejaba sus originales en manos de religiosas o de gentes piadosas que recibían el obsequio como si de un regalo de cumpleaños se tratase. Hasta entregó a editoras locales sus primeras composiciones, por si les podían interesar, no ha– ciendo caso alguno de los derechos de edición. Al preparar las Obras Completas de la obra musical del Padre Donostia, tuvo que enfrentarse el Padre Jorge, debidamente asesorado, con estos problemas, consiguiendo la cesión de estos derechos hasta de una casa editora de París, la Max Esching, donde había publicado algunas de sus obras pianísticas y de cámara. El ensueño de la grabación de la Missa pro Defunctis Fallecido el Padre Donostia a fines de agosto de 1956, primero se le ofició un funeral "de familia", de la familia Zulaica de San Sebastián, y de la familia religiosa a la que pertene- 312

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