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SIMBICSIS SERAFICA DONOSTIA-RIEZU nés, Omer Englebert; en la lectura de es:as páginas es donde se despiertan en nosotros emo– ciones de nuestra propia vida: nos gustaría haber vivido sólo de fantasías. Estos aires apostólicos maduraron en el Santuario de Nueva Pompeya de Buenos Aires, porque en 1949 lo trasladaron allí los SLperiores para proporcionarle un merecido descanso (la dedicación a la enseñanza había comenzado a minar su salud, con alteraciones gástricas que tuvo que cuidar el resto de su vida). • * * Vuelta a la vida claustral de la "Casona del Buen Retiro", su querido Lecároz En septiembre de 1952 se reincorpora "pleno iure" el Padre Jorge al claustro de profe– sores del Colegio de Lecároz; en pleno vigor, con sólo 58 años sobre sus hombros, reanudó su docencia matemática y física: encandiló a algunos y asustó a muchos; era profesor de "grupos", nacidos para otro estilo de enserianza de elite; le costó mucho acomodarse al nue– vo ambiente que dominaba en el alumnado del colegio de Lecároz, tan diferente al que había dejado en 1936. Su dedicación al alumno, no obstante, fue total y escogió un aula especialmente prepa– rada para las ilusiones más elevadas de su vida profesional: la de incentivar en todos los alum– nos el trabajo activo, personalizado: todos a la vez en torno a as cuatro paredes del aula. Sufría cuando se veía obligado a corregir los exámenes escritos, y, al terminarlos, solía des– cansar como quien daba fin a una dura prueba personal ante un tribunal desconocido; su enseñanza personalizada le hacía recorrer constantemente a los pequeños grupos que traba– jaban en la gran pizarra mural de su aula, y en ocasiones, se escuchaba su voz algo chillona con frases como ésta: Borre eso, por fa•1or; que no lo vea... y añadía un apodo que los alum– nos aplicaban a un empleado del Colegio, no muy dotado de luces intelectuales. Tuvo que intervenir (como en Argentina) en tribunales mixtos, con delegados del Estado, y terminaba siempre amigo de sus compañeros de tribunal, sobre todo si se trataba de profe– sores de matemáticas o de física, tanto, que los solía arrastrar, con suave invitación, al Cole– gio de Lecároz, para que conociesen el maravilloso paisaje baztanés y la bien dotada biblioteca del profesorado del centro colegial, de la que entonces él era custodio y digno sucesor del Padre Calasanz de Urdax, su principal y verdadero artífice. Entre tanto cultiva su trato simbiótico con el Padre Donostia, que ya había vuelto a su Colegio de Lecároz, y vislumbra en él muy pronto síntomas de cansancio psicológico; un "vahído", aparentemente sin importancia, pone en vilo a la Fraternidad lecarocista: el Padre José Antonio pasa rápidamente a manos de su gran amigo Don Gregario Marañón y, con gran tristeza por parte de Don Gregario, se le diagnostica "tumor cerebral maligno"; de ahí a su muerte pasaron muy contados meses: murió el 30 de agosto de 1956. * * * Nueva etapa en la vida: culminación de la simbiosis Donostia-Riezu Siguió todavía el Padre Jorge impa-tiendo algunas clases, pero cada vez se iba perfilan– do más y más claramente su vocación o entrega a la obra dejada por el Padre José Antonio de San Sebastián, dedicando lo mejor de su actividad a partir de 1960 a la recopilación de cuanto pudo escribir o utilizar a su hermano en religión, Padre Donostia. 311
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